Una vida sin acentos

Foto por Phil Eager

Foto por Phil Eager

En nuestra vida, ¿cuántas veces nos acostumbramos a los errores?

Por Cesia Carrillo

En la actualidad parece que los acentos en nuestra gramática están pasados de moda. ¿Y por qué lo digo? Porque la forma de comunicarnos por medios electrónicos ha evolucionado. 

Ahora tenemos mensajes de texto, redes sociales y más medios en donde solo se busca expresar de una manera corta y rápida lo que queremos. Nos hemos vuelto expertos en expresar, pero lo hacemos sin buena ortografía.

A pesar del avance, sucede algo extraño. Estamos tan acostumbrados a los errores gramaticales, que pareciera que entendemos exactamente lo que el escrito dice. Le encontramos “sentido” a algo que si se lee con cuidado, no lo tiene. Y casi nadie se preocupa por la buena escritura. Incluso se escuchan frases como: “Es Facebook, ¿quién se fija en los acentos?”. 

Esto me ha hecho reflexionar. En nuestra vida, ¿cuántas veces nos acostumbramos a los errores? Se nos hace normal equivocarnos y fácil justificarnos con la frase: “soy humano”. Y así calmamos nuestra mente y le encontramos “sentido” a la vida.

Claro que en algún momento fallamos y sí, somos humanos, pero no es bueno acostumbrarnos a lo malo.

Volviendo a la ortografía. En una revista o periódico, hay personas encargadas llamadas correctores de estilo o editores. Su labor, entre otras, es revisar que la ortografía sea correcta y el escrito esté bien. Por otro lado, los procesadores de texto que utilizamos en las computadoras, subrayan con rojo las palabras que están mal escritas, ya sea por falta de acento o una letra equivocada. Sin embargo, vale la pena admitir que muchas veces pasamos por alto esas advertencias.

En lo espiritual, recordemos que Cristo es nuestro corrector de estilo y vida. No debemos pasar por alto las notas que alertan y alumbran nuestros pasos para no pecar. Estas notas las encontramos en la Biblia.

El apóstol Pablo, en su segunda carta a los corintios, capítulo 3, versículo 2 dice que somos cartas abiertas y leídas por los hombres. Si los demás nos están leyendo ahora mismo, ¿entenderán que Cristo mora en nosotros? o ¿nos hacen falta acentos y demás correcciones para que cobre sentido?

Dejemos que Cristo nos corrija.

Tomado de la revista Prisma Vol. 43 No. 5, sep-oct 2015.

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