¿Qué? ¿Perdonar, yo?

Foto por Liz Pagliuco

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¿Que piensa Dios de esto?

Por Juan M. Isáis

Perdonar es dejar de ejecutar acción contra quien nos ofende. Perdonar no es: “Pero, no olvido”. Perdonar es recordar pero sin dolor, sin resentimiento. Mas bien es un acto placentero que realizamos en favor de nosotros mismos.

Perdonar propicia salud y bienestar familiar y nos provee de una actitud para enfrentar la vida con un realismo innegable, pero con la capacidad de discernir que quien no perdona, se hiere a sí mismo y se lacera emocionalmente entretanto no tiene la victoria. Aunque recuerda la ofensa, no hay acción vengadora de su parte.

Mucho se puede decir del perdón, pero no hay modelo comparable a Jesús. Él, conociendo el corazón del hombre y habiendo sufrido en carne propia el escarnio, el desprecio, la burla y el tormento físico, pudo decir: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.

Eso es lo que el seguidor de Jesús debe hacer: interceder por quien lo ha ofendido, aun cuando los ofensores saben lo que hacen, y nosotros también. 

Quien nos ofende, si logra hendir su espada en nuestro yo orgulloso, nos quita la victoria de vivir en paz con nosotros mismos, porque quien ha nacido de nuevo no puede permanecer en la posición de ofendido, puesto que el mandamiento es claro:

“Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber”. Y: “No seas vencido de lo malo, mas vence con el bien el mal”.

Lo más grande de Cristo no es que haya nacido milagrosamente, que haya resucitado de los muertos, que haya muerto por nuestros pecados, sino que a pesar de conocer a ciencia cierta quiénes somos, haya decidido perdonarnos y seguirnos amando. “Padre, perdónanos”, porque cuando no perdonamos, no sabemos lo que hacemos.

SI entendiéramos el mal que nos causa, prescindiríamos del afán de mantener la espada del resentimiento hundida en nuestro corazón. El que perdona, a sí mismo se ama.

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