Tienda de Antigüedades
Descubre qué encontró el anciano en la tienda
Por Enid Madai Chávez Argott
Un hombre sabio y ya entrado en años visitó una pequeña y olvidada tienda de antigüedades en un pueblo lejos de la ciudad. Había en aquel lugar cacharros y reliquias de tiempos de antaño; épocas que muchos ya habían olvidado y de los que aquellos objetos parecían ser los únicos testigos. Había también artículos que parecían de valor incalculable: muebles, espejos, monedas, joyas.
El hombre estuvo deambulando por largo tiempo causando cierta impaciencia en la encargada del negocio, la cual algo desesperada después de varias horas le invitó con amabilidad a abandonar el lugar, pues ya era hora de cerrar. El hombre le pidió sólo unos minutos más, algo le decía que estaba muy cerca de encontrar algo que valdría la pena; algo que podría comprar con las escasas monedas que llevaba en el bolsillo.
Pasados unos minutos comenzó a perder la esperanza cuando de pronto se detuvo. Allí estaba, pesado como una roca; un viejo y oxidado medallón. Sus ojos brillaron y su corazón saltó, ante la sorpresa de la mujer quien le aseguró que aquel artefacto carecía totalmente de valor.
«Puede llevárselo», le dijo, «se lo regalo». Cómo iba a imaginarse esa ignorante mujer que aquella joya disfrazada de herrumbre perteneció en otro tiempo a la realeza y que una vez pulida, fue vendida a un precio que le dio al hombre casa y sustento por muchos años más.
¿Alguna vez nos han menospreciado por dedicar tiempo y recursos a la obra del Señor como si se tratara de algo inútil? ¿Hemos preferido invertir ya sea dinero o la vida misma en el reino de Dios aquí en la tierra en vez de lograr ciertas comodidades? ¿Hemos permanecido fieles a Dios en vez de a nosotros mismos? ¿Creemos que es mejor acumular tesoros en el Cielo o en la Tierra?
La fe verdadera es preciosa y no se devalúa con el paso de los años o las dificultades. No se deja llevar por las apariencias. Aún cuando puede no parecer suntuosa ni llena de brillo o esté llena de polvo y óxido, una vez en manos del Joyero experto será pulida.
Y si siendo sopesada resulta ser maciza y pura, el galardón será grande. Tengamos paciencia. No nos dejemos llevar por la tentación de desgastarnos por conseguir algo que el día de mañana no será más que basura. El que conoce el valor de nuestra fe no tardará en hacerlo valer para él.
«Mas haceos tesoros en el cielo, donde ni polilla ni orín corrompe, y donde ladrones no minan ni hurtan: Porque donde estuviere vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón». (Mateo capítulo 6, versículos 20 y 21).
Tomado de la revista Prisma 42-5