Te quedan seis meses de vida 

Cuando mi familia se enteró se afligió muchísimo

Por  Reyna Marilina Rejón Puch 

«Reyna, te voy a dar malas noticias, no te pude quitar la matriz porque al abrir encontré invadidos tus ovarios, matriz, intestino grueso, recto e hígado y en el pulmón aparecen unas manchas, tienes cáncer fase cuatro. Esto quiere decir que tienes un cáncer maligno terminal y en realidad no hay nada qué hacer, te quedan como seis meses de vida. Te podemos dar quimioterapias, a ver si aguantas. En tres días te voy a dar de alta, y en un mes, cuando seque la herida empezaremos el tratamiento». 

Me habían operado para extirparme dos tumores de la matriz. No conocía los resultados y eso era desesperante, hasta que llegó el oncólogo con la noticia que cambió mi vida. En ese momento lo tomé con tranquilidad, pero después lloré sin consuelo.  

Pensé: «¿Qué va a pasar con mis hijos, mi esposo y mis padres?». Pero después reflexioné y me di cuenta de que era una prueba que Dios permitía en mi vida. Le pedí perdón, le entregué mi vida y le dije: «Señor haz tu voluntad». 

En ese momento vino a mi memoria el Salmo 103: «Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias». Esta palabra me tranquilizó y hubo un cambio muy grande en mi vida.

Cuando mi familia se enteró se afligió muchísimo. Mi Iglesia y muchas otras se unieron en oración por mí. Sus visitas y cantos de alabanza a nuestro Creador me fortalecieron.

Inició mi quimioterapia. Bajé mucho de peso, porque mi organismo no aceptaba ningún alimento. Se me cayó el cabello y tenía mucho sueño pero no podía dormir porque los dolores eran muy fuertes. Hubo momentos en que pensé que no podría aguantar más, pero Dios en su inmensa misericordia me dio valor para enfrentar las carencias, el dolor y las aflicciones. Comprendí que cuando uno está con Dios se experimenta lo que dice el Salmo 34:7: «El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen y los defiende». Dios me prometió que nada me faltaría, me demostró su poder y empezó a obrar en mí. 

Tuve seis sesiones de quimioterapia y el 10 de enero de 2013, volvieron a operarme para quitar todos los órganos dañados, pero solo quitaron el lugar en donde inició la enfermedad porque ya no había nada, estaba limpia. Los médicos dijeron que estaba sana. El Señor me regaló una nueva esperanza de vida, me hizo nacer de nuevo. No puedo contener el gozo que siento en mi corazón por el milagro que Dios operó en mí. Estoy muy agradecida con el Señor porque por esta enfermedad corregí mi vida.

Los médicos me dijeron que ya no podían hacer nada, pero el que tiene la última palabra es Dios.  Por eso voy a confiar siempre en el poder del Padre celestial. ¡A Él sea la gloria y la honra por los siglos de los siglos. Amén!

(Adaptado de El Heraldo del Mayab, Julio/Agosto 2013)

Tomado de la revista Prisma 42-1

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