El beneficio de perdonar
Vive este beneficio
Por Felipe Güereña A.
Se dice que perdonar es más barato que guardar resentimiento, amargura, enojo y rencor, porque la falta de perdón destruye, además del dinero que se gasta con el médico para tratar de arreglar lo que esto produce en nuestro organismo como: dolores de cabeza, gastritis y quién sabe cuánto más.
Sin embargo, cada vez que pensamos en nuestro enemigo o lo vemos, nos volvemos locos imaginando cómo quitarlo de nuestra vista o conciencia. Se sufre mucho al tener odio contra un compañero o pariente. En la relación matrimonial puede llevar al divorcio y esa enemistad contamina a los hijos y hasta a los nietos. Los pleitos llegan a ser infinitos entre familiares o vecinos.
En Proverbios 10:12 leemos: «El odio despierta rencillas; pero el amor cubrirá todas las faltas». La medida de amor para el cristiano, seguidor de Jesucristo, es Cristo mismo. Él mandó que nos amáramos unos a otros como él nos amó. Jesús se entregó en la cruz del Calvario para morir como el sacrificio perfecto, pues Él nunca pecó. Por sus llagas somos salvos. Cuando lo estaban torturando en la cruz, Jesús dijo: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen».
La Biblia dice: «Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con los otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó en Cristo» (Efesios 4:31 y 32). Si seguimos esta enseñanza los resultados serán fantásticos, porque vaciaremos el alma, la mente y el cuerpo de todo lo malo y de toda la amargura. Al seguir a Cristo obedecemos sus mandatos pues vemos su ejemplo. Busquemos quitar la basura que nos provoca el orgullo y el rencor. Ahora en el Señor experimentemos la paz y el amor que jamás lograríamos si no tuviéramos a Jesús en nuestra vida.
Hubo un caso muy conocido en Los Estados Unidos de Norteamérica. Una señora fue a los tribunales de su ciudad para buscar la justicia del asesinato de su hijo. Durante el proceso, el acusado confesó abiertamente la muerte del joven. Antes de que se dictara la sentencia, el asesino se dirigió a la mamá de su víctima y lloró rogándole: «Señora, perdóneme por matar a su hijo». Ella contestó calmada y dulcemente: «Yo ya te perdoné». Los reporteros informaron, que ese día no hubo ni un ojo sin lágrimas en la corte.
Hay un dicho que expresa: «Perdonar es divino y errar es humano». Para acabar pronto, no hay nadie que no peque. Todos somos pecadores. No hay justo, ni aún uno, dice la Biblia. Claro que hay pecados que merecen la cárcel, y para eso están los tribunales y los juicios en las cortes. Aún así, la justicia parece no llegar en algunos casos, pero no nos corresponde tomarla en nuestras manos, Dios nos alienta con su Palabra: «Mía es la venganza yo pagaré, dice el Señor». Dejemos nuestras causas a la justicia de Dios, quien dejó la tumba vacía levantándose de los muertos. El conquistó todo, aún el odio y el rencor, el pecado y la misma muerte.
Jesús, al final del Padre nuestro, añadió estas palabras: «Mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas» (Mateo 6:14 y 15). Sería bueno pensar también en eso. Seremos perdonados por Dios en la misma medida que nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
El Señor valora mucho nuestra vida y quiere que vivamos felices. Sabe que eso se consigue siendo obedientes a su Palabra, por eso nos habla de las consecuencias de no perdonar para que nos guardemos de ellas y vivamos en plenitud.
Tomado de la revista Prisma 42-1