Confía

Foto por Paola del Castillo

Descubre cómo lograrlo

Por Elisabeth Fletcher de Isáis

Siempre llama la atención ver a un joven padre que toma en sus brazos a su pequeño hijito y luego lo lanza al aire, para recibirlo con un fuerte abrazo. El niño no tiene miedo, al contrario, se goza riéndose porque tiene una confianza absoluta en su papá, por tanto sabe que no es posible que le haga daño, se sabe amado.

Esta misma clase de fe es la que debemos tener nosotros con el Señor. Dos de los consejos más hermosos del libro de Proverbios, se encuentran en el capítulo tres en los versículos cinco y seis: «Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas».

Se cuenta de un hombre pobre que iba por un camino llevando una carga muy pesada, cuando pasó por allí un carretonero y le ofreció llevarlo. El hombre aceptó y el carro emprendió de nuevo la marcha, pero hubo un detalle desconcertante, el hombre seguía con la carga a cuestas. —¿Pero qué hace usted?— le preguntó el carretonero. —¿Por qué no deja la carga en el carro?

—Oh—, contestó el hombre, —me basta poder ir sentado.

El carretonero se echó a reír y dijo: —¿Pero no ve usted, que así también lleva la carga? No sea tonto, suéltela que para el caballo es igual y usted descansará.

Esta ilustración es una imagen exacta de lo que hacemos en nuestra relación con el Señor Jesucristo. Aceptamos la salvación que nos ofrece, pero no confiamos en Él para todos los detalles de la vida. No nos fiamos de Él de todo corazón. Todavía queremos depender un poco de nuestra propia prudencia. Reconocemos a Dios en nuestros caminos, pero no en todos. Por lo tanto solo recibimos parte de las bendiciones.

¿Por qué será que no descansamos completamente en el Señor, cuando es tan hermoso ir por donde Él nos guía? ¿Será porque tenemos cierto temor de que no podremos seguir de acuerdo a nuestra propia voluntad, sino que tendremos que aceptar la voluntad de Él? En realidad parte de la conversión a Cristo consiste en rendirle nuestra voluntad y dejar atrás nuestro «yo». Pablo dijo en su carta a los gálatas: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí» (Gálatas 2:20). Deberíamos decir lo mismo. Pero por alguna razón tratamos de guardar parte de nuestra voluntad y no entregársela a Él.

Cuando el autor de Proverbios dice que Jehová «enderezará tus veredas», quiere decir que Dios nos guiará por los caminos de su voluntad, que desde luego serán los mejores caminos para nuestro bien. Estaremos llenos del Espíritu Santo, como dice Pablo en Romanos capítulo 8, en el verso 14: «Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios».

Desde luego, todo esto es un misterio que no se puede entender sin haberlo experimentado; pero ¡probemos al Señor! ¡Echemos toda nuestra carga sobre Él! El descanso que prometió el Señor Jesús será entonces nuestro, porque Él dijo: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar. . . y hallaréis descanso para vuestras almas» (Mateo 11:28 al 30). Si tratamos de guiar nuestra propia vida, encontraremos obstáculos, tropiezos, dificultades; si Él nos guía todo será distinto.

Volvamos, pues, al ejemplo de la fe del niño que permite a su padre lanzarlo al aire sin tener miedo. Regresemos a la hermosa promesa de Proverbios: «Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas» (Proverbios 3:5 y 6). ¡Pongámoslo a prueba!

Tomado de la revista Prisma 42-2

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