Avanza la ignorancia
Aplaudimos la falta de conocimiento
Por Karla Carrillo Clemente
«Nunca respondas al necio de acuerdo con su necedad, para que no seas tú también como él. Responde al necio como merece su necedad, para que no se estime sabio en su propia opinión» (Proverbios 26: 4 y 5).
La mayoría de nosotros solemos endulzar el oído de las personas para que no crean que estamos contra ellos y respondemos con lo que quieren oír. No nos atrevemos a decirle a alguien que está equivocado. Es como aplaudir la falta de conocimiento.
La Palabra de Dios nos invita en todo momento a crecer, y en la 2ª carta de Pedro, capítulo 3, versículo 18 nos indica que tenemos que crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Pero, ¿cómo crecer en conocimiento si el conocimiento y la inteligencia provienen de Dios? La Biblia nos exhorta a que busquemos al que todo lo sabe. Y si no acudimos a Él aún para una conversación simple, la necedad se hará ver, y las consecuencias también. Los necios no ven su tontería, y como nadie los corrige, esa ignorancia se convierte en un estilo de vida.
Cuando una persona carece de conocimiento y habla con desconocimiento de algún tema, la sociedad lo toma como un arma para mofa, sin embargo en muchas ocasiones solo lo hace para tapar su propia ignorancia. Esto está en contra de los principios de Dios, pues la Biblia dice: «No te estimes sabio en tu propia opinión» (Proverbios 3:7).
Todo esto me pone a pensar, ¿seré yo una ignorante espiritualmente hablando? ¿Qué tanto conozco a mi Salvador, y qué de eso es lo que yo le platico a la gente?
El mandato de: «Ir y predicar el evangelio» implica que conozco ese evangelio que es real en mi diario vivir, y que sé de lo que hablo.
Nuestra meta como cristianos debe ser buscar sobre todas las cosas llegar a la estatura del varón perfecto, que es Jesucristo. Esto lo lograremos solo si estudiamos y conocemos la Biblia, practicando lo que enseña para poder caminar en la luz como hijos de Dios. Y no conformarnos con eso solamente. Pablo lo expresó así en su carta a los Filipenses capítulo 3, versículo 13: «Yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús».
Tomado de la revista Prisma 42-1