Tardes con la abuela
En los primeros años se forma el cimiento del carácter del niño
Por Gina Raudry de Almazán
—¡Mamá no encontramos a mi abuelita! —exclamaron mis hijos, de tres, cinco y siete años.
—¿Cómo que no la encuentran?
—Si —dijo mi hijo mayor—, estamos jugando a las escondidas. Ya buscamos por toda la casa y no está.
De inmediato me uní a ellos y escuché la risa de mi madre. Seguí el sonido que me guió al bote de la ropa sucia, vacío por supuesto.
—¿Mamá cómo te metiste ahí? —Nos reímos mucho, sobre todo para ayudarla a salir.
Más tarde le pregunté: —¿Por qué nunca jugaste así con nosotros?
Con ojos húmedos me dijo: —Ay hija, siempre estaba tan ocupada. Ahora me arrepiento al recordar que dejé pasar sus mejores años ¡Ahora los extraño tanto!
Siguió la vida, yo disfrutaba de las risas de mis hijos jugando con su abuelita. Todos querían dormir con ella para escuchar sus cuentos. Los mismos que yo escuchaba de niña. Sin embargo no entendí que yo estaba cometiendo el mismo error que ella, hasta que más rápido de lo que pensé, mis hijos se convirtieron en jóvenes, el mayor se casó y se fue de casa. ¡Entonces lo entendí! ¡Parece que estamos listas para ser buenas madres hasta que somos abuelas!
El otro día traté de abrir una lata y no tenía abrelatas. Lo hice con un cuchillo y un martillo. Fue terrible, tardé mucho tiempo. Vacié el jugo del contenido y casi me corté. Entonces comprendí la importancia de usar la herramienta correcta.
¿Sabías que con solo diez dígitos puedes escribir un sin número de cantidades? ¿Y con cinco vocales y veinticuatro consonantes, puedes escribir infinidad de palabras en casi todos los idiomas? De igual manera, necesitamos pasar tiempo con los hijos y nietos. La mente no tiene límite y tú podrás ir ideando más actividades divertidas e instructivas.
Es triste pero con la llegada de la televisión a los hogares se abrió una brecha en la familia que terminó con la comunicación significativa. El problema aumentó con los videojuegos, el internet y los celulares. Los padres cada vez hablan menos con sus hijos. Esto es muy grave ya que su misión como entrenadores la están dejando a cargo del mundo.
El mejor tiempo de la vida para formar un cimiento fuerte en el carácter del niño son sus primeros años. No los dejes ir. Ten actividades abran el diálogo con tus pequeños y produzcan una enseñanza efectiva que les transmita principios bíblicos, valores morales y hábitos piadosos. ¡Manos a la obra!
Tomado de la Revista Prisma 43-2