No agradable pero importante
Una experiencia de vida
Por Cynthia Ivette Ramírez Martínez
«¡Esto no es normal!» Me dijo mi amiga. «¿Siempre respiras así de feo?» Estábamos corriendo juntas para un examen de educación física en la universidad. Ella es enfermera, y ese fue mi momento de gloria.
¡Al fin! ¡Alguien me entiende! Pensé. Toda mi vida había sufrido de asma pero nadie me lo había dicho. Ella me diagnosticó y luego fui con la doctora de la universidad para corroborarlo. ¡Ahora tenía una excusa legítima para no hacer ejercicio el resto de mi vida!
No sé si tú has sentido un peso gigante sobre tu corazón, cómo tus pulmones se hacen chiquitos o tu garganta hace esfuerzos sobrenaturales para meter más oxígeno. Si conoces esa sensación, te comprendo. ¡Es horrible!
En ese momento decidí dos cosas. No me gustaba correr y jamás volvería a hacerlo.
Desgraciadamente, después de 2 años increíbles de jugar bádminton (mi deporte favorito) tres veces a la semana, mi entrenador y su familia se fueron de la ciudad y fui forzada a buscar otras opciones.
Le dije a Dios: «Ésta es tu oportunidad. Tú sabes qué difícil es esto para mí, pero no tengo opción. Necesito hacer ejercicio y correr es lo único que es factible en esta etapa de mi vida. Por favor, necesito un milagro. Ayúdame a no sentirme como que me voy a morir al minuto de salir a la calle. Y si se puede, me gustaría disfrutarlo».
A veces me pregunto por qué no oro más seguido. Dios contestó mi oración y fue increíble. No fue fácil, pero fue posible. Después de mucho tiempo, ¡logré correr hasta 5 kilómetros sin parar! Yo sé que eso no es ningún maratón, pero para mí significa mucho.
Como el resto de las disciplinas, cada vez que falto un día regreso a mi etapa de: ¡Esto es horrible! ¡No recuerdo ningún momento de gozo haciendo esto! ¿Por qué sigo aquí? Pero como cualquier disciplina, cada vez es más sencillo entrar en rutina. Jamás pensé que llegaría el día donde yo extrañaría correr. No es algo fácil para mí, dudo que lo sea algún día, pero sé que es importante. Es una victoria ganada con beneficios a largo plazo para mi salud.
Pero hay otras áreas dónde aún no he logrado tomar estos pasos importantes. Debo decirle a Dios en esas áreas también «Tú sabes que me cuesta trabajo. Pero ayúdame. Sé que sí se puede. Y me gustaría algún día disfrutarlo».
Si me comprometo en esas áreas de disciplina con Dios, estoy segura que veré mucho fruto.
«Ninguna disciplina resulta agradable a la hora de recibirla. Al contrario, ¡es dolorosa! Pero después, produce la apacible cosecha de una vida recta para los que han sido entrenados por ella. Por lo tanto, renueven las fuerzas de sus manos cansadas y fortalezcan sus rodillas debilitadas. Tracen un camino recto para sus pies, a fin de que los débiles y los cojos no caigan, sino que se fortalezcan» (Hebreos 12:11-13).
Tomado de la revista Prisma 42-4