Los gorgojos de la vida
¿Cómo deshacerte de ellos?
Por Sara Trejo de Hernández
¡Qué experiencia tan desagradable! Al sacar de la alacena una bolsa de salvado para preparar unos hot cakes, venía con seres vivos. Encontrar agentes no deseados en los alimentos siempre me causa escalofríos. ¡Qué desperdicio! Tuve que tirar la bolsa y dejé sin fibra mi receta.
Días después tomé unos granos de palomitas para prepararlos, ¡oh sorpresa! La bolsa también estaba invadida de gorgojos. En ese momento, sólo tuve esa sensación que se produce al estar frente a muchos diminutos animalitos.
Más tarde la experiencia me hizo reflexionar sobre mi vida espiritual. Recordé los pequeños detalles que me han molestado y no he resuelto. Cómo a veces le he expresado mi disgusto sobre alguna persona a otra, y en otras ocasiones he dado oídos al veneno que alguien me compartió.
Me sentí tan mal de ver en la práctica las consecuencias de mis actos. Todos esos granos carcomidos por esos bichos, ya no servían para el propósito que originalmente tuvieron.
¿Qué hacer? No puedo tirarme a la basura como hice con los granos.
Hacía poco leí en Hebreos algo sobre el mismo tema. «Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados» (Hebreos 12:14 y 15).
La Escritura en Hebreos me dio la respuesta.
El primer paso es: «seguir la paz con todos y la santidad».
Pero yo no puedo seguir la paz con todos, la prueba es que no lo he hecho, ¿cómo se consigue?
La siguiente frase me da la pista: «Y la santidad».
En mi adolescencia, mi mamá decía que me comportaba igual que la amiga en turno. La cercanía y la admiración que sentía hacia ella, influía en mi manera de ser y actuar.
Con la madurez he ido siendo más yo misma y menos otros, pero con el Señor debo ser como cuando era adolescente. Buscar una comunión tan estrecha con Dios que cada día pueda ser más santa, más parecida a él. Y si logro tener santidad, creo que entonces podré seguir la paz con todos. En esto me estoy empeñado.
No quiero volver a contaminar a nadie. Nada más de pensar que puedo ser como uno de esos animalejos roñosos, se afirma mi decisión.
Debo limpiar mi vida regularmente. Si lo hubiera hecho con mi alacena aún tendría granos para preparar palomitas.
Tomado de la revista Prisma 42-4