Los caminos de la vida

Foto por Sara Trejo

5 opciones

Por Angélica Patiño

La vida es como un viaje por carretera. Existen diferentes tipos de viajeros y la mayoría recorremos el camino en busca de respuestas. La senda que andamos es un espacio donde podemos aprender mucho sobre la vida misma. ¡Vamos a explorarla!

Alternativas.  ¿Qué camino elegir? ¿Éste es el rumbo indicado? Cada evento en nuestra vida requiere de una decisión y la elección de un rumbo.  Al estar frente a las alternativas tenemos que decidir cuál es la mejor. Esto puede implicar abandonar el camino en el que vamos y tomar uno radicalmente distinto o seguir en él. Siempre es bueno pedir la dirección de Dios. En Santiago capítulo 1, versículo 5 tenemos esta gran promesa: «Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada». 

Señales.  No tenemos un mapa con las escalas que debemos hacer para llegar a la meta. ¿Cuántas veces hemos dicho: Si tan solo tuviera una señal?  La realidad es que ante cada alternativa tenemos señales. Dios nos muestra y nos da indicios.  

Isaías capítulo 65, versículos 1 y 2 señala: «Me di a conocer a los que no preguntaban por mí, dejé que me hallaran los que no me buscan. . . que van por mal camino siguiendo sus propias ideas».  Dios se manifiesta aunque pasemos de largo. Nos habla a través del océano azul, el sonido del viento y consejeros sabios entre otros. Nos muestra qué camino debemos tomar. Lo que necesitamos es poner atención. Si Dios se descubre aún cuando no mostramos interés en él, cuánto más lo hará si tomamos tiempo para hablar con él y preguntarle.  Si seguimos las señales de Dios, siempre habrá buenos resultados. Creceremos, avanzaremos en la fe y nos llevará a ser mejores personas. 

Velocidad. En la carretera, el vértigo de la velocidad es un riesgo. Algunos van más rápido que nosotros y nos rebasan, mientras que a otros los miramos por el retrovisor. Los accidentes nos recuerdan que tomar la velocidad adecuada es elemental para llegar con bien a nuestro destino. La prisa siempre es un adversario y crea competidores, pero no estamos aquí para competir con nadie. Si nos empezamos a desesperar porque algo no sucede o de que el momento esperado no es como lo imaginamos, implica que estamos pensando demasiado y lo más seguro es que nuestras acciones serán precipitadas. Recordemos que: «Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora» (Eclesiastés 3:1). Así que si eso que tanto anhelamos, aún no sucede, no nos aflijamos. Dios es soberano y en su tiempo llegará lo mejor que tiene preparado para nosotros. 

Paisajes. Cuánta diversidad de imágenes tenemos en la carretera. Bellos pastizales, hermosos riachuelos, prados secos y senderos abandonados. Observar el panorama nos ayuda a valorar todo lo que tenemos, todo lo que se nos ha regalado. Disfrutemos el entorno, veamos con un punto de vista positivo todo lo que nos ocurre. Notemos cómo cada paisaje nos transforma y disfrutemos de los detalles que Dios tiene con nosotros. «Pues, desde la creación del mundo, todos han visto los cielos y la tierra. Por medio de todo lo que Dios hizo, ellos pueden ver a simple vista las cualidades invisibles de Dios: su poder eterno y su naturaleza divina. Así que no tienen ninguna excusa para no conocer a Dios» (Romanos 1:20). 

Paradas. Como viajeros tenemos que detenernos. Incluso los autos necesitan recargar combustible. No nos dejemos llevar por el estrés del mundo. Detenerse y tomar fuerzas es elemental para nuestra vida. Hagamos una pausa y disfrutemos cada momento. Si confiamos en Dios, la fortaleza se añadirá como promete Isaías 40:31: «Pero los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán». Es necesario parar, descansar y tomar nuevas fuerzas, retomando la visión de nuestro peregrinar. 

La carretera siempre ofrecerá vastos aprendizajes. No olvidemos que cuando Dios hace tronar su voz, se producen maravillas. Pidámosle con todo el corazón que él pronuncie palabras a nuestra vida y cuando viajemos lejos o cerca, en el auto o el subterráneo, a pie o en bicicleta escuchemos su voz. Las promesas de Dios nos aseguran que podemos avanzar sin temor. El profeta Isaías lo expresó así: «Cuando pases por aguas profundas, yo estaré contigo. Cuando pases por ríos de dificultad, no te ahogarás. Cuando pases por el fuego de la opresión, no te quemarás; las llamas no te consumirán» (Isaías 43:2).  

El Salmista resumió su confianza en Dios para el camino de la vida así: «Jehová cumplirá su propósito en mí; tu misericordia, oh Jehová, es para siempre; no desampares la obra de tus manos» (Salmo 138:8). Nosotros también, avancemos confiados en Dios. 

Tomado de la revista Prisma 42-5

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