La honradez

¿Habrá alguna parte de nuestra vida donde necesitamos ser más honrados?

Por Elisabeth Fletcher de Isáis (1925-2012)

En un parque de Polanco, en la capital mexicana, se encuentra un monumento de Abraham Lincoln, famoso ex presidente de los Estados Unidos de Norteamérica quien fuera contemporáneo y admirador de Benito Juárez. Lincoln era de origen humilde, pero sus padres le enseñaron los valores cristianos de la honradez y la santidad, y muchos incidentes en su vida demuestran su fidelidad a lo justo y lo correcto.

Se cuenta que cuando Lincoln era joven trabajaba en una tienda de víveres. En una ocasión descubrió que había dado a una cliente su cambio incompleto; faltaban seis centavos. Esa noche, después de cerrar el negocio, caminó cinco kilómetros para regresar el dinero a su dueña. Otra vez, ya muy tarde, una señora llegó a la tienda para comprar cierta cantidad de té, que Lincoln pesó y entregó. Sin embargo, por la mañana se dio cuenta de que había dado un peso equivocado y entonces midió la cantidad correcta, cerró la tienda y fue a entregar el té que la señora había pagado. ¡No es extraño que Lincoln tuviera el apodo de «Abe el honesto»!

Estas experiencias de Lincoln recuerdan algunos pasajes bíblicos, por ejemplo:  «El peso falso es abominación a Jehová; mas la pesa cabal le agrada» (Proverbios 11:1). Desde el principio de la raza humana ha existido el engaño en los negocios, pero no por eso vamos a aceptarlo como algo inevitable. El comerciante cristiano debe ser conocido por su absoluta integridad. En realidad existen muchos casos de cristianos que han insistido en una completa honestidad en todos sus negocios, a toda costa. Y así debe ser para todo aquel que nombra a Cristo como su Salvador.

Todos los días tenemos oportunidades de poner en práctica este modo de vivir, aun cuando no trabajemos en ningún negocio. A veces nos dan más en el cambio al hacer una compra, debemos regresar ese dinero que no nos pertenece. En los grandes mercados debemos evitar la tentación de robar fruta, plumas o algún otro artículo. 

En el camión debemos pagar nuestro pasaje justo, no tratar de meternos detrás de otro pasajero. Aun en la casa debemos barrer bien, no meter la basura debajo de la alfombra. Tener cuidado de lavarnos las manos antes de cocinar y mil cosas más que demuestran nuestra verdadera honestidad.

Si no practicamos la honradez en una forma estricta, en nuestra vida, ¿cómo la podemos exigir a nuestros hijos? ¿Qué clase de testimonio cristiano damos cuando los niños nos ven participando en engaños, por inocentes que parezcan a primera vista? Luego cuando descubrimos al niño en una falta, tendremos muy poca autoridad moral para corregirlo. Desde todo punto de vista es importante obedecer este mandato del Señor y vivir honradamente en todo.

Desde luego, los resultados son excelentes. Dice Proverbios 12:20: «Engaño hay en el corazón de los que piensan mal; mas alegría en el de los que piensan bien». La persona que tiene la conciencia limpia, como Dios manda, es una persona feliz porque no sufre remordimientos de ninguna clase. Tiene autoridad moral en cualquier circunstancia. Sabe que la vida recta es la vida que agrada al Señor.

Otro texto importante es Proverbios 15:27: «Alborota su casa el codicioso; mas el que aborrece las dádivas vivirá». A veces tenemos tanto deseo de más dinero, que nos convertimos en codiciosos, con resultados muy negativos para la vida del hogar y para la vida íntima también. Por otro lado, este pasaje da a entender que es mejor vivir con lo que tenemos. Pienso que este versículo se puede aplicar a los que le dan sus pocos centavos a la lotería con la esperanza de sacar una fortuna. Para el creyente en Cristo, no es el modo correcto de actuar. Más vale ahorrar ese dinero y poco a poco ver realizados nuestros sueños en una forma honorable.

Tantos pasajes bíblicos hablan de la honradez, que es difícil escoger los más importantes, pero otro que nos puede servir como reto en la vida cotidiana, inclusive sería un buen lema para colocar en la pared de cada negocio, porque nos recuerda que no es cosa de los hombres hacer el bien, sino de Dios. Dice proverbios 16:11:  «Peso y balanzas justas son de Jehová; obra suya son todas las pesas de la bolsa». ¿Habrá alguna parte de nuestra vida donde necesitamos ser más honrados?

Tomado de la revista Prisma 43-2

Anterior
Anterior

Un Legado Verdadero

Siguiente
Siguiente

Violencia familiar, ¿qué hacer?