Todo lo que brilla
Su corazón solo puede ser abierto de adentro hacia afuera
Por Juan M. Isáis
“No todo lo que brilla es oro”. Reza el refrán. “No todo el que me dice, Señor, Señor, entra en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielo”, dijo Jesucristo. En verdad, si en esta vida nos guiamos solamente por lo superfluo, por lo que brilla, estaríamos perdidos.
En su misericordia Dios ha dado a todos los seres humanos valores innegociables. No se necesita ser un erudito, ni tampoco un tonto, para reconocer el constante llamado de la conciencia que (en una persona normal) nos guía a mejores prados.
La conciencia es una facultad que se puede educar, pero aun en ese estado de deterioro, sirve de termómetro para indicar que ciertas cosas, ciertas acciones, no concuerdan con el código ético que en forma innata posee cada persona, como don de Dios.
Jesús afirmó que “No todo el que me dice Señor, Señor, entrara en el reino de los cielos”.
Uno puede argüir sobre qué es el Reino, quiénes son los príncipes, quién reina, que territorios cubre, etcétera, pero no puede ignorar que una cosa es tener religión y ser miserable, y otra muy distinta es ser salvo y tener un encuentro personal con el divino Carpintero de Nazaret. En este contexto, es posible ser religioso sin aprovechar la oportunidad para nacer dos veces y tener la seguridad de morir una sola.
Vivimos en un mundo plural, de eso no hay duda. Pero no es cierto, mil veces no, que todos los caminos van a Roma. El ciclo que está por terminar en México nos ha comprobado, hasta la saciedad, que educamos a la gente para que no robara; sin embargo, ahora no solo se lleva un desarmador, sino que roba todo un carro y con lujo de violencia, ¿no es cierto? Educamos a la gente para que aprendiera a convivir mejor y hoy tenemos más drogadicción, más sinsabor a la vida, más soledad, más hechicería.
¿Por qué? La filosofía ha fallado. La educación sexual ha fallado. En realidad, lo que ha hecho es movilizar la prostitución.
Todo seguirá fallando, mientras el hombre, la mujer, los hijos, no busquen el camino de regreso a Dios, al Creador de todo cuanto existe. Ya estamos convencidos: el ser humano no es una maquinaria que se puede reparar en cualquier taller. ¡Somos creación de Dios! Con conciencia y sabiduría aplicadas como esfuerzo para conocer de Dios, se escalan niveles que “ojo no vio, mi oído oyó, ni han subido en corazón de hombre”.
Por eso no debemos acomodarnos a la idea de que si brilla es bueno; si brilla, es conquistable; si brilla, hay que poseerlo; si brilla, es razonable. De igual manera, no debemos asustarnos cuando oímos las palabras de Jesús: “No todo el que me dice Señor, Señor” Porque Él mismo dijo: “El que a mí viene, yo no le echo fuera”.
“El Hijo del Hombre (Cristo) vino a buscar y a salvar, lo que se había perdido” y una frase más del Rey de reyes y Señor de señores: “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos”.
Si de alguna manera usted ha sido embrujado, ha sido atraído y emocionado por lo temporal, por lo superfluo, por lo perecedero, por lo que no es, por lo que desilusiona, no debe pensar que no hay esperanza. El camino de regreso hacia Cristo, está abierto las 24 horas del día, y el boleto de entrada cuesta igual a cualquier hora. El precio es su atención, convicción, arrepentimiento y fe en Cristo cuyo sacrificio único fue para salvarnos. La verdad es que, “No todo lo que brilla es oro”.
Una relación personal con Jesucristo es lo que en realidad cuesta más y le permite tener una perspectiva correcta de la vida y de las cosas. Le aconsejo iniciar el camino de regreso. Lea con cuidado esta última cita de las Escrituras: “He aquí, yo (Cristo) estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta (de su corazón), entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”.
Su corazón solo puede ser abierto de adentro hacia afuera. ¿Había pensado en eso?