Estrategias para enfrentar la crisis
9 consejos prácticos
Por Angélica Patiño
Cuando estamos viendo una buena película y de repente se distorsiona la imagen y el sonido se va, es frustrante. Todo cambia. De la misma manera, en nuestra vida aparecen situaciones adversas, cosas que no nos gustan: Una crisis económica, perder el trabajo, una enfermedad, un accidente y una decepción o desilusión emocional, entre otras. Éstos son intrusos que interrumpen los episodios de nuestra vida.
Hace tiempo tuve un accidente y me fracturé la pierna. Estuve inmóvil varios meses, sin trabajo y con algunas desilusiones. Muchos que se acercaban a mí me decían: «Dios no te da más de lo que puedes soportar». Sé que eso es cierto, pero yo me preguntaba: «¿Y ahora qué hago?».
Entendí que las crisis van a venir y por eso tenemos que tener un plan. He aquí algunas de las estrategias que encontré y fueron efectivas para enfrentar la crisis.
1. Conocer al enemigo.
Debemos esperar lo mejor y a la vez estar conscientes de que hay un enemigo que quiere destruirnos.
«Manténganse alerta. Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quien devorar. Resístanlo, manteniéndose firmes en la fe, sabiendo que sus hermanos en todo el mundo están soportando la misma clase de sufrimientos» (1ª epístola de Pedro capítulo 5 versículo 8).
Es importante reconocer las estrategias del enemigo. Algunos las han llamado las «D» del diablo: Derrota, Dolencias, Desaliento, Desgracia, Deudas, Desolación, Desilusión, Deshonestidad, Disensión, Desesperanza, Depresión entre otras.
2. Identificar la crisis y concentrarse en «No temer»
¿Por qué es importante identificar la crisis? Primero para darle el nombre que tiene y poder hacer algo al respecto. No llamamos cansancio a las deudas, o desesperanza a una dolencia física.
A las personas que se ahogan, muy a menudo no se les encuentra agua en los pulmones. La víctima murió porque se le paralizó el corazón del miedo. Esto mismo ocurre con los que han muerto tras haber sido mordidos por una culebra, se ha descubierto que solo el 20 % de las víctimas han recibido veneno suficiente para causarles la muerte.
Dios no nos ha dado un espíritu cobarde sino de dominio propio. Puede ayudarnos el tener una distracción: leer un libro, cantar una canción, caminar, hacer ejercicio. No significa que nos olvidemos, significa que estamos tomando una estrategia para tener dominio propio y no dejar que el temor nos paralice.
3. Ponerse de acuerdo con Dios.
«¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?» (Amós 3:3).
Ponerse de acuerdo. ¿Con quién? Con Dios. A veces estamos en desacuerdo con Dios. Sobre todo en las crisis. Empezamos a escuchar al diablo, le creemos. Él, nos va a decir mentiras como: «No eres lo bastante bueno», «eres un fracasado», «eres tan feo», «eres inútil», «eres tan tonto», «volviste a caer», «no eres suficiente».
La estrategia es creerle a Dios, que dice quiénes somos: hijos nacidos del cielo, nuevas criaturas, más que vencedores. Dios nos asegura que tenemos su nombre, su naturaleza, su poder, su autoridad y su amor.
«Y mirándolos dijo: Para los hombres esto es imposible, más para Dios todo es posible» (Mateo 19:26). Esta es la respuesta a cualquier crisis y dilema.
4. Confesar la creencia y confesar los pecados.
¿Por qué tenemos que pedir perdón en la crisis? Para asegurar que Dios nos está escuchando. En ocasiones nuestro ruego puede ser obstaculizado por nuestro pecado. La Biblia dice: «He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su odio para oír, pero sus pecados han hecho división entre ustedes y Dios, y sus pecados han hecho ocultar su rostro para no oír» (Isaías 59:1 y 2).
Tenemos que hacer conciencia de que si tenemos algún resentimiento, mala voluntad, envidia, sentimiento de venganza u odio. El otro lado de la confesión es creer que Dios nos perdona y apropiarnos de sus promesas. No estamos diciendo que siempre que tenemos alguna prueba o estamos en crisis es por nuestro pecado, pero sí es bueno reconocer que somos pecadores y pedir el perdón de Dios cada día.
5. Tomar mano de nuestra herencia.
Así como un testamento familiar dice lo que una persona le deja a sus seres queridos, así la Biblia en el Antiguo y Nuevo Testamento, contiene la herencia de nuestro Padre Dios para nosotros.
Su Palabra nos asegura que cuando el Padre celestial habla con su poderosa voz, se producen maravillas. «Cuando Dios hace tronar su voz se producen maravillas» (Job 37: 5). Pidámosle que produzca una en nuestra vida.
Debemos combatir los problemas con las promesas que tenemos en la Biblia. «Tomad también el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios» (Efesios 6:17).
Al pedir hagámoslo en el nombre del Hijo de Dios: Jesús. Él mismo dijo: «Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid y recibiréis para que vuestro gozo sea cumplido» (Juan 16:24). Usemos el nombre más privilegiado y hermoso que se puede pronunciar, el nombre de Jesús.
6. Pronunciar la palabra de Dios con firmeza
«Les he dado autoridad para vencer toda fuerza del enemigo» (Lucas 10:19). ¿Cuál es una de las cosas que tenemos que hacer para vencer al intruso? Hablar con la autoridad de las Escrituras. Pronunciar la palabra de Dios con firmeza.
Debemos adquirir el hábito de citar la Palabra de Dios. ¿Cómo vamos a alcanzar una promesa que no conocemos? Tenemos que leer y conocer nuestra Biblia. La voluntad citada en el Testamento de Dios, debe volverse un hábito en nosotros. Recordemos como el salmista: «Jehová es la fortaleza de mi vida» (Salmo 27:1).
7. Compartir.
Aparte de las promesas y derechos que tenemos como hijos de Dios, somos miembros de una familia que es la iglesia. Y cuando compartimos nuestra necesidad, prueba o crisis, la oración del cuerpo de Cristo, la Iglesia, hace un movimiento violento contra las fuerzas del mal.
Jesús dijo: «Además les digo, que si dos de ustedes se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan aquí en la tierra, les será hecho por mi Padre que está en los cielos» (Mateo 18:19). Busquemos el apoyo en oración de nuestra familia en la fe.
8. Confiar.
Cuando Jesús anduvo por el mundo, sanó a la gente de diversas formas, algunos fueron sanados de inmediato y otros poco a poco. Vivamos el proceso que nos toca. Cada caso es diferente. Dios trata con nosotros de uno en uno. Así que cuando oremos, recordemos sus fieles promesas y agradezcamos por la respuesta. Confiemos en él.
Si salimos de la crisis pronto, perfecto. Pero si nos toca esperar, también está bien. Aprendamos en el proceso. «Sabemos que a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan para bien» (Romanos 8:28).
9. Descansar.
La promesa del Señor es fiel y eterna. «Y te daré descanso» (Éxodo 3:14). «Porque este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre; Él nos guiará aún más allá de la muerte» (Salmo 48:14). «Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos» (Éxodo 14:14). ¡Qué descanso saber que él nos tiene en sus manos!
Tomado de la revista Prisma 43-1