El día de muertos y el Dador de vida (Parte 2)
Quiero compartirte otra historia sobre el Día de Muertos
Por Cynthia Ramírez de Rodiles
Chinches, chinches, chinches y mi punto de quiebre
«¡Bienvenidos a nuestra comunidad!» Era tan ingenua...
Tenemos un centro comunitario en el corazón de la Ciudad de México. Este incluye una casa de huéspedes en la cual recibimos mochileros para que vivan con nosotros y sean voluntarios durante algunas semanas. Es un lugar especial de conexión entre personas de todas las religiones y distintos caminos de vida.
Un día llegó una pareja bien parecida proveniente de Polonia. Solo querían quedarse unos días en la ciudad para aprender sobre las tradiciones del Día de muertos. No estaba lista para que esta visita me destrozara unos meses después. De haber sabido, hubiera dicho enseguida: «¡Ustedes NO son bienvenidos en esta comunidad!».
Tú pensarás, «¿qué podría ser tan grave como para cerrar las puertas de nuestro pequeño hogar?».
Durante su primera noche, la pareja tomó varios objetos de toda la casa, se encerraron en un cuarto y realizaron un ritual. Mataron a algunos animales, encendieron velas y cantaron cosas.
Ellos aparentemente querían aprender sobre la cultura mexicana. Pero, ¿cómo le explicas a la gente que esto no es una broma? ¿Cómo le compartes que el diablo es real y que es el gran engañador? ¿Cómo los convences de que ese deseo de tener este tipo de encuentros profundos con la espiritualidad va a impactarlos por el resto de sus vidas? ¿Cómo abres sus ojos a lo que podría pasar si en lugar de eso, se encontraran con el verdadero Dador de vida?
Nunca sabré si ellos estaban conscientes de lo que hicieron, ¡pero el ladrón de la vida utilizó eso para quebrarme! En tan solo dos días se las ingeniaron para traer el poder de la oscuridad a nuestro hogar de varias maneras, incluyendo nuestra larga lucha contra las chinches. Y siendo honesta, algo dentro de mí murió esa noche. Se habían llevado ese algo, lo extinguieron, lo arrebataron.
Las chinches se hicieron notar un día después. Ahora sé que son parte de la vida cuando recibes huéspedes, pero nunca antes las habíamos tenido. Desde entonces hemos trabajado duro para mantenerlas lejos. ¡Pocas cosas me han desgastado más que nuestra lucha continua contra las chinches!
Pero en realidad no se trata de los insectos. Nunca se trata de «los insectos».
Después de esa noche, nuestro equipo y huéspedes tuvieron pesadillas, oían voces y otras cosas, durante días, incluso semanas. Todas las cosas de las películas de terror pero en la vida real. Nuestro compromiso con ser un lugar seguro se vio amenazado.
Incluso un voluntario que era ateo, quien estaba hablando por teléfono esa noche, reconoció que esto era brujería aterradora y decidió unirse a nuestras intensas reuniones de oración y a ungir con aceite cada cuarto los siguientes días. Llamamos al liderazgo, a mis padres, mentores y pastores. Vinieron y oraron con y por nosotros.
Nunca sabré si era el plan de Dios que yo no estuviera ahí esa noche para detenerlos o si lo permitió, para rendirnos ante Él en humildad una vez más.
A pesar de que le pedimos a la pareja que se fuera de inmediato, tomó mucho tiempo recuperarnos. Enseguida tiramos todo lo que sabíamos que había sido parte del ritual. Meses después, tuvimos que tirar todos los muebles (excepto las camas) para deshacernos de los insectos y empezar de cero. Muchos meses de oración y alabanza ayudaron a que nuestros huéspedes volvieran a descansar bien en nuestra comunidad. Sin duda, fueron meses muy difíciles.
La mayoría de objetos que estaban ahí entonces, ya no están. Y claro, Jesús gana. Su luz atraviesa la oscuridad, pero no es una batalla limpia ni fácil. ¡No es un juego!.
Pesadillas, demonios y abrazos
Tan pronto como entré, ella gritó. «¡Salte de aquí! ¡No!» No estaba lo suficientemente cerca para que ella me viera, pero mi presencia fue percibida, más bien, la presencia de «Cristo en mí, la esperanza de gloria» se percibió.
Estar en una sala psiquiátrica y ver a unas doce personas amarradas a sus camas ya era una experiencia intensa para mí, pero que me gritaran con tal odio añadió un elemento estresante para el que no estaba lista.
Estaba visitando a una amiga, la hermana de un chico que había pasado mucho tiempo con nosotros en nuestra comunidad de mochileros. Había intentado quitarse la vida otra vez y había pedido verme. Temerosa, tomé una Biblia junto con todo el valor y la compasión que pude reunir.
Frente al tema del suicidio o intentos de suicidio, de inmediato me siento vulnerable y mi corazón se ablanda. Me entristece decir que es algo cercano a mí porque a lo largo de mi vida han habido personas muy queridas que han sufrido esta situación.
Esto me lleva a un lugar extraño, como una habitación escondida dentro de mí, disponible solo para emergencias, donde mis pensamientos, creencias, sentimientos y respuestas corporales chocan de manera desordenada. Esta visita no fue la excepción.
Los gritos hacían que la labor fuera imposible. No estaba segura de que fuera el momento, lugar o situación en la que me pudiera sentar y orar para liberarla del demonio. Le di un abrazo y una Biblia.
Luché mucho contra las mentiras en mi mente. Me quedé ahí durante unos insoportables 45 minutos. Pensé sobre sus gustos musicales, las tradiciones con las que se involucró y su búsqueda de propósito que la llevó a cualquier cosa. Le dejé la Biblia y renuente regresé a mi auto, sin estar segura de cuál sería el resultado de mi visita.
Yo conocía a Jesús. Sabía que Él podía hacerlo. Ella conocía la posibilidad de «un Jesús». Pero lo que ambas podíamos razonar en nuestras mentes no se comparaba a la realidad de la batalla espiritual por su alma.
Nunca podré comprender por completo lo que sucedió en ese encuentro más allá de lo que mis ojos podían ver. Y si soy honesta, agradezco que no fuera capaz de verlo.
Hechos sobre el Día de Muertos
Existe una religión en Latinoamérica que adora a «La Santa Muerte». Las congregaciones adoran, cantan, y hacen pactos con imágenes de ella. La mayoría de los cárteles de droga y redes de tráfico de personas se identifican como adoradores de la Santa Muerte. Vivo a una distancia corta de al menos tres iglesias que se dedican a esto. Es real y aterrador.
El Día de Muertos suele ser un buen momento de algunas familias para recordar a sus ancestros. Es un buen día para el mercado de flores y es un día festivo a nivel nacional. Todo está cerrado. Los panteones están llenos y las calles son peligrosas.
La película Coco hizo un buen trabajo mostrando algo de esto, pero solo mostró parte de la historia. Además, el pan de muerto es delicioso.
La historia de la iglesia católica (y de la cristiana en su conjunto) es oscura y complicada en Latinoamérica. El Día de Muertos no es la excepción.
Los índices de suicidio, abuso sexual, abuso físico y verbal, violencia y brujería se disparan de forma significativa durante esos días.
El Día de Muertos implica una teología con la que los seguidores de Jesús no están de acuerdo. Por mencionar algunos ejemplos: Anima a la gente en la tierra a intentar y (a través de los muchos intentos del ladrón de la vida) con frecuencia lograr comunicarse con los muertos. También tiene un énfasis en la postura de la iglesia católica en Latinoamérica sobre la existencia de un purgatorio, y la posibilidad de «comprar» tu entrada al cielo. Además de recurrir a ídolos e intercesores como una forma de conectarse a y recibir de lo divino.
Esta es una serie de tres artículos. Te invitamos a leerlos todos.
Traducido y adaptado de: Day of the Dead and the Giver of Life
Publicado el 2020 en Soy mujer