El día de muertos y el Dador de vida (Parte 1)

Foto por Diana Gómez

¿Qué historias me han contado sobre el Día de Muertos? ¿Qué historia estoy contando yo?

Por Cynthia Ramírez de Rodiles

Yo, al igual que tú probablemente, he reflexionado mucho en estas preguntas u otras parecidas durante estos días. Es un tiempo en donde se nos invita a todos a escuchar, contar y volver a narrar ciertas historias. 

Por eso quiero compartirte algunas historias sobre el Día de Muertos a lo largo de este fin de semana. Por favor, tómalas como lo que son: historias. Tengo opiniones firmes, las cuales también compartiré, pero no me toca a mí decidir lo que ellas signifiquen para ti. Lo que sí puedo hacer es contártelas y creo que es un buen momento para hacerlo.

El celo de Dios, oración y lluvia

«Esto equivaldrá al 50% de su calificación». No podía creerlo. Si decidía no participar, reprobaría el curso. ¡Reprobaría! 

No era una estudiante de puro 10 pero en la preparatoria me iba bastante bien. Me estaba esforzando por aumentar mis posibilidades de ser admitida  en una escuela Cristiana de Artes Liberales en los Estados Unidos y reprobar esta materia no me iba a ayudar. Además este curso parecía irrelevante. ¡Era solo un taller!

En mi escuela privada había aproximadamente 40 grupos con 30 a 40 estudiantes cada uno. Cada grupo tenía un mes para diseñar, planear y presentar su gran ofrenda, con la esperanza de ganar el concurso a nivel escuela. 

La ofrenda es una colección de objetos, veladoras, decoraciones y comida que tradicionalmente se coloca en una manta en el piso o en una mesa en la casa para los muertos, durante las celebraciones. Es una exposición ritual que puede llegar a ser muy compleja. 

Algunos grupos decidían hacer su ofrenda en homenaje a actores famosos, músicos o políticos muertos. Otros, a ideas que se consideraban muertas como el amor verdadero y la paz; otros, a comida u objetos cualquiera, como una forma cínica de ver la vida. Otros más proponían algo más tradicional: «a mis abuelos». 

El gran concurso estaba programado para la noche del viernes a las 7 pm. Una semana antes comenzaron a llegar los materiales y comenzaron a colocar la estructura. Para el viernes en la mañana ya estaban listas algunas, con una altura de hasta 3 o 4 metros. 

Había arte, comida, música, flores y trabajos escritos justificando cada diseño. Por toda la escuela merodeaban entusiasmados un montón de adolescentes e invitados Estaban listos para una fiesta en un hermoso aunque oscuro día.

Esa fue la primera «prueba» de mi fe: decidí no participar. Mis dos mejores amigas habían aceptado a Jesús recientemente y no podía justificar adorar al Dios de vida y al mismo tiempo ceder ante esta expectativa cultural. Habíamos estado leyendo la Biblia y orando respecto a nuestra respuesta. 

Todo nuestro salón sabía que mis amigas se habían unido a mi «religión». Simplemente no podíamos participar. Me senté en un rincón del salón, incómoda, en silencio y dudando si en verdad valía la pena. En realidad, no estaba segura. ¿Me lo estaba perdiendo? Se veía divertido.

Mis amigas y yo decidimos ayunar para pedir la guía de Dios. Fue la primera vez en mi vida en que en verdad sentí que si lo hacíamos, quizá algo sucedería, aunque no sabía exactamente qué. 

Por tres días ayunamos y llegamos temprano para orar juntas, evidentemente sin saber lo que estábamos haciendo. Este esfuerzo surgió de un sentir profundo de que este evento no estaba honrando al Dador de vida. Oramos para que Dios nos diera oportunidades para compartir el Evangelio. Compramos muchos folletos evangelísticos. Nos sentíamos preparadas.

Unos 15 minutos antes del comienzo del gran evento, recibimos una llamada que nos sorprendió. En un inesperado (o no tan inesperado) giro de acontecimientos, una gran tormenta cayó sobre la escuela.

En 10 minutos, todas las ofrendas estaban arruinadas.

Mi primera reacción fue preguntar: «¿Por qué, Dios? ¡Íbamos a compartir el Evangelio! ¡Mis amigas estaban muy emocionadas! Eran nuevas creyentes y me había costado mucho animarlas a intentarlo!» Pero enseguida, mis pensamientos se tornaron en: «Guau, ¿qué acaba de pasar?».

En los días siguientes comenzaron a circular rumores de que habíamos «orado» para que se cancelara el evento. ¡Ja! Se desencadenaron muchas cosas.

Pero lo que comenzó a surgir en mi corazón fue una consciencia y un nuevo entendimiento de una parte del carácter de Dios, de la cual no se habla muy seguido. Dios no puede ser burlado y Él es un Dios celoso. 

En mi diminuto mundo, Dios eligió este momento para revelar su poder a nuestro pequeño grupo de creyentes. Me imaginé a Dios diciendo con una sonrisa juguetona: «Esta vez no. Solo por esta ocasión, recuerden quién manda aquí».

Hechos sobre el Día de Muertos

El Día de Muertos se celebra los días 1º (Día de Todos los Santos) y  2 de noviembre (Día de Todas las Almas). No es lo mismo que la tradición europea llamada Día de Todos los Santos ni que el Halloween. Pero hoy en día, en México, nadie está muy seguro de qué es qué. 

Es un gran crisol cultural de disfraces, comida, decoraciones y sistemas de creencias. Durante los últimos años, la gente celebra comiendo dulces, haciendo brujería, vistiéndose de princesas y de gente muerta, cargando imágenes y calabazas en la misma plaza pública.

La mayoría de los cristianos evangélicos en México eligen no participar. Muchos oran en su contra y aprovechan el tiempo para llevar a cabo actividades caritativas. Algunas iglesias más recientes con congregantes jóvenes están un poco más abiertas a participar en ciertos aspectos. Es poco común ver un evento evangelístico en las iglesias de México es estas fechas. Muchos deciden quedarse en casa, en especial por motivos de seguridad.

Mi opinión

El arte y la cultura son amigos cercanos. El arte crea y refleja la cultura. Mucho es revelado, descrito y glorificado en lo artístico del Día de Muertos. Puedes apreciarlo, leerlo y estar conmovido por él sin tener que responder a todas sus invitaciones.

Sin embargo, como seguidora de Jesús, no quiero participar en algo que le da valor a otra cosa que no sea el Dador de vida. No es mi deseo contribuir a la atención y a los esfuerzos engañosos que una festividad inspira en otros.

En un tiempo donde el ladrón de la vida está trabajando tan duro, quiero estar en el equipo del Dador de vida, en especial al explicarle la verdad a los niños. Creo que la guerra espiritual es real y no es algo con lo que se deba jugar o minimizar. 

Esta es una serie de tres artículos. Te invitamos a leerlos todos. 

Traducido y adaptado de: Day of the Dead and the Giver of Life 

Publicado el 2020 en Soy mujer

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