¿Amigos?

Foto por Phil Eager

Se requiere tiempo, pero en algún punto debemos empezar

Por Keila Ochoa Harris

Recuerdo mis tiempos en la escuela elemental. «¿Amigas?» solía ser la pregunta que hacías a otra niña de tu edad, y si ella respondía afirmativamente, tu corazón volaba al cielo. 

En esta tarde lluviosa, con una taza de té caliente, medito en las amigas que Dios ha puesto en mi camino a lo largo de los años. A muchas las he dejado de frecuentar por la distancia; otras aún caminan a mi lado gracias a la tecnología.

¿Pero qué es la amistad? Gordon T. Smith la describe así: «Las amistades toman tiempo en desarrollarse, y no se supone que deban ser útiles en sí mismas. Más bien son una probadita del cielo; son las relaciones en las que las personas son apreciadas y disfrutadas sólo porque son amigos». 

Así que puedo concluir varias cosas: 

1. Una amistad madura con los años. Si recién conozco a alguien, aún no puedo considerarle mi amigo más íntimo. La amistad toma años, y quizá toda una vida, para ser de la calidad de la plata o el oro. 

Tengo un grupo de amigas «cibernéticas». Una vive en la Ciudad de México, dos en España y una más en Estados Unidos. Nuestra amistad inició por medio de los blogs, pues cada una abrió su blog más o menos en la misma época, en el 2005. Ocho años después, seguimos en contacto, orando las unas por las otras y después de haber vivido casamientos, nacimientos, graduaciones, problemas y enfermedades, hoy puedo decir que son mis amigas. 

2. Una amistad no es útil en sí misma. Cuando alguien nos busca para conseguir un favor o congraciarse con alguien, eso no es amistad. En la universidad, me buscaban muchas nuevas amigas porque querían conocer a mi primo, el galán del primer año. Realmente me ofendía descubrir sus intenciones.

Quizá yo cometí el mismo error. Tal vez hemos buscado una amistad por lo que podemos obtener o por llegar a alguien más. Eso no es amistad.

3. Una amistad se disfruta. Cuando me casé, gané más amigos. En particular, pienso en dos parejas que ofrecieron su amistad incondicional a ese par de recién casados. Aún no olvido las charlas con un cafecito y un poco de pan en el comedor o en la sala de nuestros entrañables amigos. 

Una probadita del cielo, dijo Gordon T. Smith. A final de cuentas, las relaciones terrenales son una sombra de la relación perfecta: Dios y el hombre. Jesús dijo: «Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando». ¿Vivimos una amistad con Cristo?

Se requiere tiempo, pero en algún punto debemos empezar. Mi amistad con Cristo inició cuando yo tenía ocho años. Treinta y tantos años después, sé que aún no lo conozco como quisiera, pero también puedo asegurar que nuestra relación ha ido madurando y es la mejor de todas.

¿Por qué busqué a Jesús? Debo confesar que al principio fue para recibir algo a cambio: salvación de mis pecados. Pero poco a poco he aprendido que además de pedir, una relación consiste en dar. ¿Hace cuánto no nos tomamos un tiempo para tomarnos un café con nuestro Amigo más íntimo?

Una amistad se disfruta. Si vemos la oración o el estudio bíblico como una obligación, más que como un deleite, algo falla en la relación, y probablemente nosotros seamos los culpables, pues Jesús es perfecto.

¿Qué será estar en el cielo? Podemos tener una probadita acá en la tierra, no solo a través de nuestros amigos terrenales, sino por medio de nuestros tiempos a solas con Jesús.        

Tomado de la revista Prisma 42-6

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