Líbrate de los malos hábitos
Los malos hábitos, aunque sean comunes, son una esclavitud destructiva
Por Felipe Güereña A.
Jaime es un drogadicto. Nunca pensó que probar la “hierba” por curiosidad lo llevaría a ser farmacodependiente. Hoy día, sin su “dulce” no puede vivir. Jaime es un pálido ejemplo de las consecuencias de los malos hábitos. Hay muchas personas como él. Están dominadas por el licor, la sensualidad, la rebeldía, el rencor, el chisme, el tabaco, el enojo, el orgullo, etc. Solo porque no se dieron cuenta a tiempo que el ser humano fácilmente forma hábitos esclavizantes. Todavía más, muchos que practican todo esto, tienen el valor de llamarse personas libres. Si esto es libertad, ¿qué será la esclavitud?
Los malos hábitos, aunque sean comunes, son una esclavitud destructiva. “Todo el mundo lo hace”, nos excusamos. El modo de ser de cada individuo, está directamente relacionado con sus buenas o malas costumbres.
Un mal hábito puede arrojarnos al pozo de la desesperación. ¿Habrá alguna solución? Quisiera compartir una fórmula que considero de mucho valor. Los resultados que da son infalibles. Me refiero a la lectura diaria de la Biblia.
Muchos leen este libro maravilloso solamente como literatura, otros lo hacen para cumplir con su religión. Es primordial entender que para que la Biblia ayude a formar nuestro carácter, hay que tomarla como está escrita, sin reinterpretar sus enseñanzas o rechazar alguna que no nos guste.
El apóstol Santiago aconseja en su epístola capítulo 1, versículo 22: “Pero sed hacedores de la palabra y no tan solamente oidores”. Jesucristo lo dijo de otra manera: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan capítulo 3, versículo 31 y 32). Aquí debemos de preguntar: ¿libres de qué?
Cristo nos libera del pecado que nos encadena a través de los malos hábitos. Un ejemplo de la sabiduría bíblica es que debemos estudiar la naturaleza para aprender de la vida. “Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y se sabio” (Proverbios capítulo 6, versículo 6). Un problema en la actualidad es la pereza, la falta de motivación. La Biblia nos anima a dejarla aprendiendo de una de las criaturas más pequeñas del mundo.
Ser libre de los malos hábitos se puede lograr con el hábito diario de leer la Biblia y vivir de acuerdo a sus conceptos. Desde luego, lo principal es aceptar a Cristo como Salvador y Señor de nuestra vida. Esto nos da poder para rechazar las malas costumbres. Luego hay que sustituirlas por acciones y actividades positivas.
Conocí a una señora que se entregó a Jesucristo y comenzó a leer el Nuevo Testamento. Tenía el vicio de fumar y aunque lo había intentado, nunca lo había podido dejar. Un día al leer su Biblia le cayeron cenizas. Despertó emocionalmente y se dijo: “¡Cómo se me ocurre leer la Palabra de Dios y fumar a la vez!” Imploró el poder y la ayuda de Dios para deshacerse de ese mal hábito que la dominaba y desde ese momento dejó el cigarro.
Hay un canto que explica el valor de la Biblia y dice: “Santa Biblia para mí, eres un tesoro aquí. Tu contienes con verdad la divina voluntad. Tú me dices lo que soy, de quién vine y a quién voy”. ¿Queremos dejar nuestros malos hábitos? Leamos y obedezcamos con intención la Palabra de Dios. Él tiene poder para cambiarnos.
Tomado de la revista Prisma Vol. 43 No. 6 nov-dic 2015.