El poder de la lengua
«Aun el necio cuando calla, es contado por sabio»
Por Elisabeth F. de Isáis (1925-2012)
Una carne que gusta a la mayoría de los adultos, es la lengua. Se puede preparar adobada, ahumada con tomillo, en salsa verde, con almendras y en nogada. Pero a casi todos los niños les horroriza la idea de comerla. Tal vez porque les recuerda su propia lengua.
Después de todo, ésta es una parte muy especial del cuerpo. Sirve para muchísimas cosas vitales, para la gustación, la deglución y la palabra. Si por algún motivo se tiene que extirpar el dolor que sufre la persona es agudo y casi no puede comer. En tiempos antiguos este era un castigo para ciertos delitos, era espantosamente cruel.
La Biblia también concede mucha importancia a la lengua, especialmente en el libro de Proverbios. Uno de los propósitos de la Escritura es enseñarnos cómo vivir bien en este mundo. La persona que sigue estos preceptos, no se dobla ante cualquier problema, sino llega al final de su vida diciendo confiadamente como el apóstol Pablo le menciona a Timoteo en su segunda carta en el capítulo 4, versículo 7: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe». El control de la lengua es gran parte de la victoria.
En primer lugar Proverbios nos aconseja que guardemos silencio de vez en cuando. «Aun el necio cuando calla, es contado por sabio; el que cierra sus labios es entendido» (Proverbios capítulo 17, versículo 28). Muchas veces es mejor no hablar. Como mujeres es difícil cerrar la boca y no hacer comentarios sobre las cosas que suceden en la casa, la Iglesia, la vecindad, pero el silencio es oro. ¿Podremos aprender esta lección?
En segundo lugar se nos advierte sobre el peligro de la adulación. «La boca lisonjera hace resbalar» dice Proverbios capítulo 26, versículo 28. En cierto sentido es placentero y bueno escuchar a alguien decir una flor acerca de nosotros. De vez en cuando nos ayuda recibir un poco de alabanza, para estimularnos a seguir adelante por el buen camino. Especialmente para los niños es importante que reciban la aprobación de sus padres para no sentirse agobiados por las luchas de la vida y para tener la seguridad del amor de sus seres queridos. La persona de buen humor encontrará muchas cosas buenas qué decir a sus familiares y amigos.
Pero la boca lisonjera es una trampa. Por una parte la adulación es falsa o sarcástica y puede herir. Por otro lado nos puede llevar al pecado del orgullo y el egocentrismo. Estas dos cosas acarrean un sinfín de otros pecados y problemas que nos pueden destruir, sobre todo en el aspecto espiritual. La persona con boca lisonjera, pocas veces nos ama de verdad; a veces inclusive nos deprecia, pero lo hace con el fin premeditado de sacar algún provecho de nosotros.
En tercer lugar, «La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor» (Proverbios capítulo 1, versículo 15). ¡Qué feo es sentir que el calor se sube a la cabeza cuando alguien nos habla con mal genio! El corazón palpita más rápido, el nerviosismo aumenta, quizá hasta nos duele el estómago. Si así reaccionamos nosotros que somos personas maduras, ¡cuánto más sufren nuestros hijos cuando les hablamos ásperamente!
La tendencia natural es decir lo primero que nos viene a la mente, para nuestra desgracia y la de nuestra familia, pero si pedimos el poder del Espíritu Santo en esta área de nuestra vida, obtendremos la victoria.
Una hermosa figura poética es la que usa el autor de Proverbios en el versículo 11, del capítulo 25: «Manzana de oro con figuras de pata es la palabra dicha como conviene». Esperemos que Dios nos dé un trofeo así, porque seguimos este consejo.
Tomado de la Revista Prisma Vol. 43 No. 5, sep-oct 2015.