Apartado desde el vientre

Foto por Diana Gómez

Descubre el proceso que tuvo Jorge

Por Jorge G. Jain

Nací en un pequeño y pintoresco poblado del estado de Hidalgo, en el seno de una familia que por generaciones poseía miembros caracterizados como políticos y defensores del agro.

Siendo mi padre un líder político y cristiano que se había ganado a pulso no pocos enemigos pudientes, estos le dieron muerte para acabar con la amenaza a sus intereses creados.

Sin embargo, un plan divino se había empezado a entretejer, tres meses antes de esta tragedia, mi madre había quedado embarazada de mí.

Sorprendentemente, la noticia y sus efectos sicológicos y fisiológicos en mi madre no fueron suficientemente fuertes como para afectar con un aborto o una malformación a aquel pequeño ser.

Desde ese momento, advierto hoy, la mano de Dios tuvo su participación. También esto fue evidente en una enfermedad, en la que a los pocos meses de vida y dándome ya por muerto, Dios decidió mi sanidad.

Mi infancia estuvo llena de alegrías y triunfos como estudiante. Pero habiéndonos trasladado, mi familia y yo, a la Ciudad de México, me convertí en un jovencito rebelde y me inicié en la práctica de las drogas, aunque siempre me consideré ecuánime, por lo que nunca me convertí en un adicto; era solo un aficionado.

Al cabo del tiempo en mis constantes relaciones con gente del hampa, caí en un delito por el cual la Policía Judicial fue a mi casa para aprehenderme y hacerme pagar mi transgresión, o remediarla. Estuve a punto de ser atrapado, pero de alguna forma escapé y evadí el guante policiaco.

Salí de mi casa y huí por diferentes estados del país hasta regresar a México; viví en casa de un familiar, mas temiendo salir y ser encarcelado o golpeado procuré estar en una especie de prisión casera.

Por otro lado, continuaba en mi afición por las drogas. Cuando alguien me hablaba de que Jesús podría cambiar mi vida, lo atacaba con mis “conocimientos” adquiridos por mi lectura, y lo ridiculizaba.

En mi calidad de enclaustrado voluntario, sin ver a mi familia, coartados mis estudios, desesperado, deprimido y angustiado, un día le dije a aquel Jesús del cual yo había aprendido cuando niño, del que me decían que podría darme la felicidad: “Si realmente existes, si en verdad eres, compruébamelo cambiando mi vida. Si esto no sucede es prueba de que eres falso”.

Media hora estuve de rodillas, solo, llorando y gimiendo por un cambio de vida, por paz y felicidad. Cuando me levanté de ese lugar yo ya era una persona diferente. Todos a mi alrededor: amigos, vecinos, parientes y demás podían ver que algo sorprendente me había sucedido. Algo me había cambiado.

Eso ocurrió hace 16 años y sigo siendo una persona feliz. Creo firmemente que Dios me tenía preparado para algo especial; pero quería hacer mi voluntad y tuve que pagar el precio, hasta que acudí a Jesús, quien cambió mi vida.

Ahora, aquel jovencito perseguido, temeroso, ateo, rebelde e “inteligente” que era, ha sido convertido en un hombre de bien que realiza una obra que ni siquiera soñó.

Dios lo transformó en un profesionista que ha llevado como instrumento de Dios, un mensaje a miles de personas que a través de radio, prensa y en lugares públicos han encontrado una razón para vivir en abundancia por medio de una experiencia sublime en el encuentro que han tenido con Jesucristo.

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