Pensamientos en mi biblioteca

Foto por Maddy Morrison

Foto por Maddy Morrison

Descubre lo valioso de este compendio de sabiduría

Por María Badillo de Vargas

Durante las vacaciones aproveché para arreglar los libreros de casa. El tiempo que invertí se alargó por la revisión que hice a cada libro.

—Ni viviendo 100 años llegaremos a leer todo este acervo —reflexionó mi esposo. Al ver algunos volúmenes de lo que considero más valiosos, como son los premios Nobel, encontré una relación con la Santa Palabra de Dios, la Biblia.

Pensar que muchos no hemos leído tan solo los 39 libros del Antiguo Testamento y los 27 del Nuevo por completo, es triste, pero más aún al saber que en todos ellos se encuentra el mensaje claro y ejemplar para saber cómo debemos regir nuestra vida. La Biblia es una excelente biblioteca donde hallamos narración de acontecimientos, poesía e historia de Israel con todos sus hechos y consecuencias que sirven de ejemplo para cualquier pueblo.

Asimismo, como médico he descubierto allí las reglas de higiene y seguridad, las cuales inspiraron a los sanitaristas para el control de enfermedades. Pero no solo eso, sino que también hay oraciones de agradecimiento, súplica, alabanza, que confortan el espíritu, además de consejos en forma de proverbios muy sabios para niños, jóvenes, adultos y ancianos.

Este Santo Libro trae el mensaje apocalíptico que tantos temen y muchos rehuyen por no conocer que todo lo que está escrito en él es para darnos sabiduría, entendimiento en lo que fue, lo que es y lo que será. Su  mensaje central gira en torno al Rey de reyes y Señor de señores, el Hijo de Dios: Jesucristo, quien se hizo hombre para rescatar del hoyo a la humanidad.

¿Acaso no es evidente que el mundo vive en perdición? ¿No es manifiesto que el humano anhela la gloria de este mundo, y con ello el poder para enseñorearse del hombre y de todo cuanto tiene? ¿No es perceptible que el mortal, en su descontrol se está matando día con día?

No solo hay desvarío en los deleites físicos y sexuales, sino aún dentro de sus casas se drogan fumando, tomando alcohol, empleando enervantes o alucinógenos, inhalando sustancias tóxicas y de paso contaminando el medio ambiente, molestando a los demás al grado de que el lugar donde habitamos ya no ofrece seguridad personal por la agresión de la gente que vive con neurosis. Su deseo es robar y matar, y no solo por necesidad.

La contaminación ambiental, por otro lado, que llega a grados alarmantes, es una de las consecuencias que por la necedad del hombre estamos sufriendo.

Alguno preguntará: ¿Qué tiene que ver la Biblia con esto?

Sencillamente que Jesús, el que vino a salvarnos de esta perturbada manera de vivir, confesó que su Reino no era de este mundo, y por lo tanto, nada que lo ate a la tierra será objetivo ni a su vez de aquellos que seamos sus seguidores.

Es por ello que un cristiano no anhela la gloria del mundo, efímera y pasajera, sino la celestial. Por esto no se encontrará el placer en la desobediencia, anhelo o codicia de lo que otro tiene.

En la Biblia se asevera que Dios es amor, y los que estemos bajo el abrigo de ese Dios viviremos en amor.

Durante mucho tiempo se contempló que para cambiar este mundo se tenía que hacer una revolución social. Pero ahora se acepta que de nada vale mientras el hombre no cambie.

Siempre recuerdo las palabras de Cristo cuando dijo: “Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos” (Proverbios 23:26).

Por su parte el hombre anhela ser más que otro para estar sobre él. ¿Por qué? Porque no ha pensado que Aquel que murió en la cruz tuvo potestad para vencer la muerte y el pecado. ¿Qué clase de poder reside en Él? Juan el bautista comentó de Cristo:

“Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar encorvado la correa de su calzado. Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero él os bautizará con Espíritu Santo” (Marcos 1:7-8).

Entonces quiere decir que este poder es el que nos ayudará a vivir en el mundo sin sentir que este es el objetivo único de nuestra vida. Tendremos un hogar celestial; habitaremos con Cristo. El propósito de Dios es que todos tengamos esa bella oportunidad, si aceptamos su invitación de creer en Jesucristo como nuestro Salvador. ¡Fantástica oportunidad!

Aquel día en mi biblioteca no logré arreglar mucho en cuanto a libros, pero en mi corazón muchas cosas quedaron más claras.

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