Germán S. Sánchez, medalla de plata en Río 2016

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"El haberme esforzado por ser un buen clavadista es muy bueno, pero ante todo, el haber encontrado y conocido a Dios y su voluntad y reconocer que Él se alegra de mi actuación deportiva, es mucho más valioso que ganar una medalla olímpica", dijo Germán Saúl Sánchez, clavadista y medallista en los Juegos Olímpicos de Río, 2016

Por Rebeca Lizárraga

En una grata convivencia con sus amigos de Prisma, Germán afirmó que Dios nos conoce a cada uno y no se olvida de ninguno de nosotros. “No te imaginas cuánto quiere Dios que te acerques a Él. Te ama y quiere darte una buena vida. Es tan fácil estar cerca de Él y conocerlo, que es imposible creer que hasta ahora hayas estado lejos de Él”.

Germán, ganador de una Medalla de Oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe 2010, Medalla de Oro en los Panamericanos 2011, medalla de Plata en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y la más reciente, Medalla de Plata en los Juegos Olímpicos de Río, visitó las oficinas de Prisma y contestó algunas preguntas, en un ambiente relajado y acompañado de un rico frapé

Prisma: Cuéntanos de tu preparación como clavadista y lo que has aprendido en ese proceso.

Germán: Empecé a nadar y a entrenarme desde los 10 años. Los clavados eran una gran diversión y un gran gusto. Yo quería ser como mi papá, que también era clavadista, pero nunca me imaginé que fuera a llegar hasta donde ahora estoy. Lo más importante es dar lo mejor de uno mismo. Mi principal reto ha sido vencer mis miedos. Y más porque en los deportes, la competencia es cada vez más difícil, más reñida, así que sigo teniendo el mismo reto hasta ahora. Mi carrera deportiva ha sido una gran satisfacción, de lo mejor de mi vida. No me lo hubiera imaginado.

Prisma: Eres un joven que ha logrado grandes éxitos. ¿Cómo ves a los jóvenes mexicanos, en su vida personal, en sus estudios, en sus relaciones interpersonales? 

Germán: Pues no sé si tengo el panorama completo, pero yo veo que a veces los jóvenes queremos comernos al mundo de un bocado, nos sentimos invencibles. Y en esos momentos pueden surgir fácilmente actitudes negativas. Yo mismo tuve un tiempo en que hasta era grosero y soberbio. 

Entonces me doy cuenta de que los jóvenes necesitamos de alguien que nos haga poner los pies en la tierra, para frenar esos mismos arranques prepotentes. Porque si alguien no nos hace reflexionar, hasta llegamos a lastimar a nuestro propio cuerpo. Yo mismo me he lastimado. Y no hubiera sufrido si alguien me hubiera detenido.

Se nos olvida que Dios y el futuro nos cobrarán las facturas de cualquiera de nuestros excesos o de lo que hagamos mal. En mi caso, hubo un momento en que Dios empezó a tocarme, a hacerme reflexionar sobre lo que estaba pasando. Me fue poniendo en el camino correcto y con personas que me dieron dirección. 

Dios me ha dado la vida eterna y una relación personal con Él. Me ha dado tanto que lo puedo disfrutar. No me refiero a la fama, sino que me ha hecho reconocer que, con los pies en la tierra, se puede disfrutar y avanzar. Porque detrás de todo esto, hay algo mayor, que es servir a Dios. 

Llegar a esta realidad es tan bueno y extraordinario como ganar una medalla en lo espiritual. De hecho, el acercarme a Dios me hizo cambiar mi enfoque en la vida. En lugar de querer lograr los grandes triunfos y medallas, oro y riqueza, ahora mejor quisiera que se me llegue a reconocer como el mejor padre de familia, como una persona con buenas relaciones interpersonales que sirve a los demás. Esto es mucho más valioso que lograr las medallas olímpicas.

Prisma: ¿Cómo influye en tu vida tu relación con Dios?

Germán: Me hace dar lo mejor de mí mismo en todas las áreas. Conocer más sobre Dios, investigar en la Biblia, tener fe y darte cuenta que ese Dios te ama y espera que te acerques a Él, te transforma. 

Prisma: ¿Qué le dirías a nuestros lectores? 

Germán: Yo te invito a que ante cada sueño que tengas, primero pongas a Dios. Él tiene un plan perfecto para ti. Quizá vayas a ser un empresario o un músico o médico. Dios está moviendo sus piezas por todos lados para tu beneficio. Él va a seguir ganando en su plan perfecto para ti. Y es el mejor de los planes.

Yo crecí en un hogar cristiano, pero cuando empezaron los grandes avances en mi carrera deportiva me alejé de Dios. En los procesos de entrenamiento, parece que los deportistas estamos en burbujas, protegidos de todo. Pero no, más bien estamos expuestos a muchas cosas: vicios, malas amistades, malas acciones y más. 

Pero mis padres no se cansaron de orar por mí y Dios me tocó en áreas en que estaba fallando. Dios me hacía incomodarme, como cuando los niños me veían hacer clavados y me decían: “¡Quiero ser como tú!”, pero yo no andaba bien. Eso me ayudó a darme cuenta de que tenía que preparar y acondicionar mi espíritu, así como acondicionaba mi cuerpo para competir.

Entonces le pedí a Dios que me permitiera conocer a una persona cristiana que me causara impacto. En 2011 conocí a un luchador muy aguerrido que es cristiano y él me llevó a acercarme a Dios, quien le dio sentido y razón a mi vida.

La charla entre amigos continuó. Germán nos platicó del sobrenombre “Duva”. “En Guadalajara, casi nadie conocía mi verdadero nombre. Como usaba la gorra con la visera hacia atrás, los demás decían que me parecía al niño del famoso dulce y se me quedó”.

Recordó anécdotas de la gran familia cristiana. “Cuando conoces a Dios, tu familia se extiende por toda la tierra, y por todas partes encuentras personas que son tus hermanos espirituales. Es una familia celestial”.

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Después de tanta charla, a Germán y a sus nuevos amigos de Prisma se les abrió el apetito, así que fueron a cenar, por aquí cerca, por las calles de Coyoacán.  

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