Tres meses y medio en estado de coma
Cámeron trató desesperadamente de evitar el choque, pero conectó con el frente del carro
Por Elisabeth F. de Isáis
De niño Cámeron Donald Enns parecía tener todo a su favor. Asistía fielmente a la Iglesia, fue consejero en campamentos de los Scouts y llegó al prestigiado nivel de Scout Águila. Sus padres lo amaban, le dieron buen ejemplo y le enseñaron los mejores principios morales.
Pero todo lo bueno que había en su vida, no era suficiente para protegerlo del mal. Con los mejores antecedentes del mundo, perdió el control sobre su destino y cayó en el abismo del vicio. A la edad de trece años “experimentó” con el alcohol y la mariguana con sus compañeros, pero evitó otras drogas durante los primeros dos años de la preparatoria.
Sin embargo, a la edad de dieciséis años empezó a trabajar en un supermercado a la vez que estudiaba y entonces comenzó su caída en forma acelerada.
El licor, la droga y todo lo relacionado con aquello, tomó posesión de su ser. Pronto se volvió alcohólico, y para sostener su drogadicción descendió hasta el grado de venderla a otros. En dos ocasiones fue arrestado, ¡a la tierna edad de diecisiete años!
Durante un tiempo salió de la casa de sus padres y vivió aparte; pero un día reaccionó ante la perdición en que se encontraba y quiso cambiar su vida. Regresó a casa y empezó a asistir a un grupo juvenil cristiano, pero ni así pudo dejar los vicios.
Su existencia resultaba vacía, sin dirección ni metas, sin felicidad alguna. ¿No había esperanza para un joven como Cámeron, apuesto, inteligente, de buena familia, que deseaba cambiar pero que se encontraba amarrado por las insoportables cadenas del vicio?
En busca de su propia salvación, Cámeron se inscribió en la universidad con la idea de llegar a ser ingeniero petrolero y ganar muchísimo dinero. Logró estudiar durante un año, pero para las nuevas inscripciones del otoño de 1983 no se presentó.
Todavía trabajaba en el supermercado y le encantaba pasear en motocicleta. Siempre tenía cuidado de ponerse el casco protector. Pero un día, el 27 de noviembre, salió con prisa en la moto de su hermano, una Honda CM 400 de tamaño mediano, y no traía puesto el casco cuando un coche repentinamente dio vuelta en U enfrente de él.
Cámeron trató desesperadamente de evitar el choque, pero conectó con el frente del carro. Voló en el aire y cayó sobre su cabeza en el pavimento.
Las sirenas estremecieron el ambiente camino al hospital. Ahí limpiaron al joven moribundo y le suministraron drogas para calmar el dolor. Dieciocho horas después del impacto, Cámeron cayó en un profundo estado de coma, causado por la presión de un hematoma subdermal en el cerebro. Y a las dos horas dejó de respirar.
Con respirador artificial.
Sus padres estuvieron a su lado todo el tiempo y pidieron a multitud de amigos y parientes que oraran a Dios por su hijo. Los médicos le conectaron a un respirador artificial que lo mantuvo vivo durante una semana; al desconectarlo pudo respirar por su propia cuenta, pero seguía perdido en un profundo coma.
La familia vivía en Bakersfield, California, EUA, donde Cámeron permaneció en el hospital durante el primer mes. Después fue transferido al Hospital Comunitario y Centro Neurológico de Fresno.
Su madre dormía en el mismo cuarto con él; su padre, capitán retirado de los bomberos, dormía en casa de un primo en Fresno e iba todos los días al hospital. Se olvidaron de todo y se dedicaron a estar con su hijo y a orar por su restauración, porque ningún poder humano podía sanarlo.
Pasaron semanas y Cámeron seguía profundamente dormido. Pero a los tres meses, ¡empezó a despertar! Podía escuchar y comprender lo que decían las personas en su cuarto; veía con un ojo, respondía a las preguntas levantando o bajando el dedo pulgar. Y en un momento maravilloso de lucidez, ¡hasta pudo hablar!
Pero lo que salió de su boca, inexplicablemente fue una terrible ofensa para su madre, con la cual cayó nuevamente en silencio. El día fue precisamente el 13 de marzo de 1984, cumpleaños de la progenitora de sus días. Pero el milagro de oírle hablar, fue suficiente para consolarla a pesar de las palabras soeces.
Después de dos semanas de estar semidespierto, un día sonó el teléfono en su cuarto. Pusieron el auricular al oído de Cámeron y para el asombro de todos, él dijo claramente: “Paula, te amo”. Era su hermana. Y de allí en adelante pudo hablar en forma normal. Ocho días más tarde estaba tan recuperado que las enfermeras y terapeutas lo llamaban “el niño milagro”.
Diez mil oraciones
Completamente feliz por este progreso, su mamá le dijo que era el resultado de “mil oraciones a Dios”. Él contestó sarcásticamente que no podía creerlo. Pero más tarde llegó a la conclusión de que eran quizá 10 mil oraciones, por el testimonio de muchas personas que lo vieron después, verdaderamente emocionados porque Dios los había oído.
Los médicos dijeron que quizá aprendería a caminar en nueve meses, pero después de dos meses pudo hacerlo sin ayuda. Sin embargo, aquellos dos meses en silla de ruedas le dieron amplia oportunidad para reflexionar acerca de sus errores pasados y la maravilla de su vida restaurada. Se dio cuenta de que efectivamente, se recuperaba porque Dios así lo quiso.
De nuevo en casa, descubrió que sus padres habían guardado el árbol navideño y todos sus regalos intactos, como símbolo de su fe de que algún día volvería a la normalidad. ¡Cuántas emociones!
Había que decidir qué rumbo tomaría ahora su vida, dentro de las limitaciones de su nuevo estado físico. Los médicos decían que su vista quedaría afectada de por vida: un ojo ciego, el otro con la visión tubular pero sin la visión periférica. Además con la memoria algo corta.
Al darse cuenta sus amigos de su recuperación, llegaron con las tentaciones de siempre. Cuando Cámeron despertó del coma ya no tenía ningún deseo por el alcohol, pero en dos ocasiones cuando probó la marihuana perdió totalmente la memoria y vio que sería un tremendo riesgo volver al camino de las drogas.
El último día de julio acompañó a un grupo de jóvenes cristianos a un campamento en la playa. Día tras día escuchaba pláticas acerca de la necesidad de entregar su vida al Señor Jesucristo, un paso que nunca había tomado a pesar de asistir a dos distintas Iglesias cristianas.
¿Sería esto lo que le faltaba? Resistía decidirse. Pero el 10 de agosto finalmente comprendió la gran verdad: ¡Jesucristo había dado la vida por él! Una paz maravillosa inundó su alma y sin pérdida de tiempo pidió ser bautizado en el mar, como símbolo de morir a su vida antigua y resucitar para servir al Señor.
Ser hombre de Dios
Después de eso Cámeron siguió con sus estudios universitarios, donde logró excelentes calificaciones, y se mantuvo activo en ministerios cristianos tanto en la universidad como en la Iglesia Bíblica El Calvario.
Se apasionó por la historia y por el pueblo de México por lo que decidió venir a servir a otros en este país. Pero lo que más anhela, por encima de cualquier cosa, es “ser un hombre de Dios”.
Descubió que “nuestra competencia proviene de Dios”, según lo expresa el Apóstol Pablo en la Biblia. Al igual que Juan el Bautista cuando conoció por primera vez a Jesús al lado del río Jordán, y dijo: “Es necesario que Él crezca, pero que yo mengüe”, Cámeron desea que Cristo sea glorificado por su vida.
Afirma: “El Señor me ha dado paz y gozo y ha quitado todas mis preocupaciones”. Y Dios le ha permitido ser instrumento para que otros encuentren esa paz y ese gozo en sus propias vidas.
Por ejemplo, un primo se entregó a Cristo después de ver el cambio operado en Cámeron. Su cambio fue completo y se consagró al Señor, lo que implica que rompió discos y cassettes con valor de más de un millón de pesos debido a la influencia diabólica de ciertos grupos de rock. Además ha logrado con el poder de Dios, dejar de fumar y de tomar drogas.
Sí, la historia de Cámeron suena increíble, pero es verdadera.