¿Qué harías si solo te quedaran 90 segundos de vida?
El 19 de septiembre de 1985 miles de seres humanos contaron escasamente con ese lapso de tiempo para hacer un balance final y tomar una decisión definitiva de hacia dónde ordenar sus pensamientos
Por Nicolás Vargas
Si alguna persona nos interrogara sobre la reacción que tomaríamos al conocer que solo nos quedan 90 segundos de vida, muy probablemente no nos alcanzarían los diez minutos siguientes para explicar nuestra respuesta.
Sin embargo, el 19 de septiembre de 1985 miles de seres humanos contaron escasamente con ese lapso de tiempo para hacer un balance final y tomar una decisión definitiva de hacia dónde ordenar sus pensamientos.
Muchas horas de llanto y dolor nos rodearon. Innumerables han sido las ideas propuestas y las razones mencionadas para justificar hasta donde es humanamente posible, las causas del sismo vivido en la Ciudad de México.
Los más connotados especialistas nacionales y extranjeros, afirmaron que no es posible predecir los sismos ni aun siquiera si existe la posibilidad de uno mayor en los próximos días. Por las calles se rumora de agoreros y adivinos que ya predicen la cercana destrucción de la Ciudad. Sin embargo, detente y piensa en la respuesta a la pregunta que te hago:
¿Qué harías si solo te quedaran 90 segundos de vida?
Intenta empezar por lo más importante. Recuerda que solo tú continuarás adelante al final de ese breve lapso. Debes ser consciente de tu incapacidad para dar o hacer algo por los demás, una vez pasados los 90 segundos. Ninguna de tus posesiones tendrá valor para tí en lo futuro. Ninguno de tus familiares seguirá cerca de ti o bajo tu cuidado al final de este breve camino.
Si tienes alguna idea del origen y destino del ser humano, es seguro que estás ya frente a la prueba definitiva de tus argumentos. Ahora, solo brevemente te diré que al llegar a este punto de la lectura, tu tiempo ¡ha terminado!
Sí, aunque no lo creas, reinicia la lectura y puedes comprobar que han pasado ya los 90 segundos de tu decisión.
Todos los días, durante las 24 horas, a cada minuto y en el espacio de cada segundo, los hombres nacen y mueren. Sin esta verdad real, es imposible seguir adelante, pero además existe otra verdad más importante: Cada persona que nace, desconoce cuál es el lapso de tiempo que vivirá sobre la Tierra.
Parece ser que ante los acontecimientos lejanos, no nos sentimos agobiados. Si releemos las noticias del último mes podremos oír de guerras, de intrigas y de destrucción, de enfermedades incurables como el cáncer o el SIDA y sin embargo con cuánta tranquilidad nos estábamos moviendo. Al igual que en los días de Noé, todos hacíamos una vida normal, hacíamos planes, iniciábamos proyectos; los jóvenes soñaban en estudiar, en prepararse o casarse y esa mañana del 19 de septiembre de 1985, en un solo instante, el mundo cambió para millares de personas.
La oportunidad de vida para muchos se extinguió, y se fue con ella la oportunidad de salvación eterna para la mayoría.
Hoy solo nos queda la esperanza de que algunos en esos postreros momentos hayan alzado sus ojos al cielo y pedido clemencia por sus vidas y por sus almas.
Un instante tal vez de reconocimiento del Ser Supremo, del Dios Creador, de Jesucristo el Salvador personal, una luz que brilló en su interior y se expandió por toda su mente y el poder del Espíritu Santo le manifestó toda verdad, la única verdad, la única esperanza, el único amor. Un breve pero sustancial encuentro entre la criatura y el Creador.
¿De qué han valido todos los acontecimientos que en tu rededor han sucedido si no eres capaz de reconocer ahora tu necesidad de salvación?
Recuerda que tus segundos también están contados y el encuentro con Dios está allí adelante. El tiempo no lo conocemos, pero ¿tendrás oportunidad de organizar tu vida antes de llegar ante el Señor?
¿Pudiste resolver todos tus asuntos en los 90 segundos de esta prueba? Probablemente quieras saber qué hacer para empezar.
¿Quieres seguir estas palabras con la convicción en ellas de que alcanzarás la salvación de Jesucristo por toda la eternidad? Si quieres, puedes cerrar tus ojos. Si no, no es necesario. Si quieres levanta tus ojos al cielo. Pero donde quiera que mires, allí está Dios para escuchar.
¡Solo cree! Cree verdaderamente que Dios te ama, que Él te formó y te conoce aun desde que estabas en el vientre de tu madre, que conoce todos tus caminos.
No has podido ocultarle nada de lo que hasta hoy ha sido tu vida. Sin embargo, conociendo tus errores, Dios permitió que Jesucristo viniera a este mundo para pagar tus deudas, tus transgresiones, grandes y pequeñas. Ahora, aceptando tú el sacrificio de Jesucristo como algo que fue hecho para salvarte, ya no tienes más culpa ni deuda que pagar, pues Él murió en la cruz por ti.
¿Puedes creer esto? ¿Puedes sentirlo dentro? ¿Sientes la inmensa paz que llena tu vida al saber que en cualquier momento no habrá ya temor si tienes que llegar delante de Dios?
En el futuro habrá mucho que aprender; pero ahora tú has sido aceptado por Dios como su hijo. Por lo tanto, vive dignamente como el hijo de un Rey, del único Rey y Señor. Empieza desde ahora a leer diariamente el Manual de la vida cristiana, que es la Santa Biblia, y a buscar la comunión con Jesús. Te lo recomiendo de todo corazón.
Publicado en 1986