¡Jóvenes, sí hay esperanza!

"De noche casi no puedo dormir, por eso tomo". Eran muchas las pruebas que José experimentaba ...

Por Nicolás Vargas Reyna, médico cirujano

Conocí a José una tarde al entrar al salón de clase. Desde el principio me pareció alguien que esperaba observar los movimientos del resto de sus compañeros, para saber con qué actitud comportarse.

Durante la relación cotidiana maestro/alumno, varias veces parecía escuchar con una atención particular las observaciones que se hacían sobre los aspectos sociales de los problemas que se estaban estudiando.

Nada lo hacía diferente a sus compañeros. Su desempeño era semejante a la mayoría de ellos y su comportamiento también. Se trataba de un joven aparentemente normal, de los muchos que conviven con nosotros en la calle, en el metro o en la escuela. Nada en particular parecía suceder en su vida.

Pero una tarde un grupo de alumnos discutía, entre ellos José. Lo abordé en el momento en que se disponía a agredir a uno de los que lo querían llevar fuera de la escuela. Al reconocerme, accedió a platicarme sus problemas y fue entonces cuando aquella imagen de una vida de absoluta normalidad se derrumbó.

Su familia, compuesta por los padres y ocho hijos, se había desvanecido. Durante su niñez se sucedieron constantes las escenas de agresión, alcoholismo, pobreza, machismo y sumisión entre los padres. Aunque José los amaba entrañablemente, no comprendía el por qué ellos no se comportaban como verdaderos padres.

Agustín, su padre, constantemente vivía los problemas derivados de una fracasada experiencia dentro del pugilismo. Sus agresiones lo habían llevado a la prisión, de donde había salido solo para regresar más tarde. Su familia fue objeto de múltiples vejaciones y agresiones físicas que obligaron a la madre a huir con varios de los hijos.

Dentro de esta realidad, José llegó al momento crucial de la necesidad de alimentar a la familia al grado de cometer varios delitos. Sus relatos se perdían en los años de robos por necesidad, por hambre, para pagar la renta, para obtener un libro o simplemente para emborracharse y tratar de olvidar.

Vivía solo en la misma vieja vecindad que sirviera de domicilio a su familia, lleno de recuerdos de su infancia. Cada rincón, cada espacio servía de refugio a sus pensamientos.

Aunque nunca había cruzado por su mente el agredir a sus víctimas, en siete ocasiones había sido detenido. Pero conservaba en su interior un deseo de re encauzar su vida. Sin embargo este deseo era obstaculizado por sus propios amigos del barrio y por la policía que lo asediaba constantemente.

Reconocía que Dios lo había librado de caer muerto durante alguna fechoría, como le había ocurrido a varios de sus amigos, pero no conocía cuál era su verdadera relación con Dios.   

“De noche casi no puedo dormir, por eso tomo. ¡Es tan difícil encontrar un empleo donde me reciban! ¿Quién podría tener confianza en mí? Y si Dios existe, ¡es injusto! ¡Yo no le hice nada a nadie para merecer esta vida! ¿Por qué no he tenido un hogar y unos padres como cualquier otro de mis compañeros? ¿Por qué yo no puedo dedicarme a estudiar como los demás?".

José estaba realmente frustrado. Se preguntaba: “¿Quién decidió que yo naciera así con los padres que tengo? ¿A quién le importa si vivo o muero? ¡Mejor que me muriera de una buena vez, al menos así descansaría! ¡Soy como un barco sin timón!

Eran muchas las crisis y las duras pruebas que José estaba experimentando. Sin embargo, ¡siempre hay esperanza!

Esa misma noche José conoció el plan de Dios para su salvación y el amor que le ha sido dado a través del sacrificio de Jesucristo, a quien aceptó como Salvador personal. Por fin sintió paz en su alma. Una paz que lo invitaba a descansar sin temor a los recuerdos del pasado. Se abría ante él la posibilidad de reiniciar su vida guiado por el Único que nos puede encauzar.

Jesucristo había llegado a él, una luz interior se lo decía. Afuera, el mundo seguía en el mismo lugar, pero dentro de José, algo había cambiado. Ahora en su dura lucha ya no estaba solo. Para José, la Biblia tuvo muchas respuestas respecto de su relación con Dios, con Jesucristo, con sus padres, aun para alcanzar un perdón completo de sus actos pasados. Encontró que el Creador tenía para él un trabajo honesto y podía restablecer su hogar.

Sabemos que la esperanza de vida se encuentra en una relación eficaz con el Señor y Salvador Cristo Jesús. Pero existen a nuestro paso miles de personas que aún no lo conocen.

Así mismo nosotros cruzamos de tiempo en tiempo por situaciones adversas que nos hacen detenernos y flaquear. Las preocupaciones del mundo moderno parecen no dejar paso a la tranquilidad en nuestra vida. No sabemos cuál es la mejor actitud frente a un conflicto. Sin embargo, ¡hoy más que nunca las palabras de Jesucristo son fieles!

La sociedad nos impone cada vez con mayor fuerza actitudes que son contrarias a nuestra relación con Dios. ¿Qué respuesta dar ante cada nueva imposición? ¡La Biblia tiene la solución eficaz!

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