El rescate más costoso de la historia

Aquel que dio su vida para salvar a la humanidad

Por El Sembrador

Tanto en las páginas de la historia como en las noticias de actualidad encontramos situaciones en las que se piden y se pagan grandes rescates. Los secuestradores piden enormes sumas para liberar a una persona importante o a alguno de sus seres queridos.

De los rescates, quizá el mayor fue el que pagó Atahualpa, monarca inca, al conquistador Francisco Pizarro. Los españoles llegaron al Perú en busca de fama y fortuna. Para lograr sus fines tendieron una emboscada y capturaron a Atahualpa, y así el monarca llegó a ser prisionero de un puñado de intrépidos aventureros.

Un día el cautivo ofreció cubrir con oro el piso del cuarto en el cual se hallaba a cambio de su libertad. Sus palabras fueron oídas con incredulidad. Viendo que sus captores no respondían, el inca añadió que no solo cubriría el piso sino que llenaría el cuarto con oro hasta donde alcanzaba su mano. Pizarro aceptó la oferta y el monarca prometió llenar el cuarto adjunto con plata.

Atahualpa envió corredores a Cuzco y a las demás ciudades importantes del reino con órdenes de despojar a palacios y templos de sus ornamentos. Los tesoros se debían traer a Cajamarca, lugar donde estaba encarcelado el monarca.

En unos cuantos días la promesa fue cumplida. Para facilitar su repartición el oro fue fundido en lingotes uniformes. El valor del oro entregado a los conquistadores se calcula en una cifra superior a los 15 millones de dólares. ¡Qué inmenso rescate!

Pero hay un rescate más costoso que este. El apóstol Pedro lo describe así: “Habéis sido rescatados... no con cosas corruptibles como oro o plata; sino con la sangre preciosa de Cristo”. Ante tal precio el tesoro de Atahualpa es pequeño.

San Pablo dice esto del rescate que el Hijo de Dios pagó para salvar a la humanidad: “El cual se dio a sí mismo en precio del rescate por todos”. No solo dio su sangre, su cuerpo, su vida: se dio a sí mismo para libertar a los hombres que creen en Él, del pecado y para darnos seguridad eterna.

A pesar de haber pagado un rescate tan inmenso, Atahualpa nunca recibió la libertad. Lo acusaron de incitar a su pueblo a rebelión y el día 29 de agosto de 1533, lo mataron.

No sucederá así con el rescate pagado por el pecador. La salvación que ofrece Jesucristo no depende de la palabra de un hombre; tiene como base la palabra inmutable de Dios: “Si el hijo os libertare seréis verdaderamente libres” (Evangelio de San Juan, capítulo 8, versículo 36).

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