Trabajar fuera de casa... y no morir en el intento
Doce consejos para enfrentar la doble jornada con éxito
Por Margie Hord de Méndez
Nací en la generación de la postguerra en la que cada vez más mujeres estudiaban una carrera con la esperanza de ejercerla después, y no solo antes de casarse. A la vez, cuando Cristo tocó mi vida, empecé a encontrar a más personas que enfatizaban la importancia de dedicar tiempo a la familia. Finalmente me tocó decidir tomando en cuenta ambos enfoques.
Por varios años procuré dedicarme a mis hijos chicos. Pero cuando entraron a la escuela, aunque cuidábamos mucho nuestra economía, incrementaron nuestros gastos. Entonces se abrió la oportunidad de trabajar algunas horas a la semana. Así empezó el estira y afloja entre el trabajo remunerado y el hogar.
Encontré que el horario de trabajo ideal, era el que coincidía con el tiempo que pasaban mis hijos en la escuela y acepté un trabajo como maestra.
Esta labor requería tiempo para preparar las clases y revisar tareas. Para lograrlo tenía que programarme, y en lo posible aprovechar cuando los pequeños estaban dormidos.
Puede ser bastante estresante combinar los quehaceres del hogar con las responsabilidades del trabajo.
Para estos casos algunos consejos útiles son los siguientes:
1. Si tu horario de trabajo no se ajusta al de la escuela de tus hijos, busca una opción que no implique demasiado tiempo de separación.
2. Que tu familia comparta la decisión. Tu esposo y tus hijos pueden turnarse para hacer algunos quehaceres (acordes a su edad) y contribuir a la preparación de los alimentos.
3. En cuanto a la limpieza de la casa, procura que todos los miembros de la familia aprendan reglas básicas como: poner la ropa sucia en el cesto, guardar los objetos en su lugar después de usarlos, lavar su plato después de comer y más. Los chicos de cierta edad pueden preparar su refrigerio para la escuela. Que se entienda que son un equipo y que todos son responsables de mantener un hogar ordenado y limpio.
4. Uno de los principales retos diarios es preparar comida que no requiera mucho tiempo y que a la vez sea nutritiva. Habla con tus amigas para que te sugieran algunas recetas sencillas y sabrosas.
5. Aprovecha los sábados para guisar y dejar comida congelada para la semana.
6. Planea el menú semanal para que compres todo lo necesario y no tengas que salir de improviso por lo que falta.
7. De noche, prepara lo que se pueda de antemano: pica las verduras, desinfecta las hojas verdes, haz una salsa sabrosa o remoja los frijoles.
8. Recuerda que las verduras crudas retienen más fibra y vitaminas. Ahorras tiempo si haces unos palitos de zanahoria y pepino o preparas germinados de alfalfa con limón.
9. Si hierves u horneas un pollo entero, tendrás carne para varios días: enchiladas, tostadas, un guisado oriental con verduras y salsa de soya. Cuando prepares sopas o arroz, haz lo suficiente para un par de días.
10. Prefiere los alimentos naturales y no procesados. Sin embargo, en ocasiones las verduras congeladas te pueden salvar el día y son mejores que las enlatadas.
11. Una olla de cocción lenta es una excelente inversión. Puedes preparar un guisado, frijoles o una sopa de lentejas en la mañana, y cuando regresas a casa ¡ya está listo para comerse!
12. De vez en cuando, aprovecha alguna cocina económica que venda comida para llevar a casa que sea nutritiva. En lo posible, lleva tus propios trastes para no contaminar con desechables.
No estás sola, muchas compañeras viven esta realidad y te pueden aconsejar. Aun la mujer virtuosa de Proverbios 31, alabada por su esposo y sus hijos, trabajaba duro dentro y fuera de la casa.
¡Te deseo lo mejor en este desafío! ¡Será de bendición!
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