En la oscuridad

Foto por Andrea Hernández

Cómo sobreponerse a ella

Por Enid Madai Chávez Argott

La primera vez que visité una mina, nos recibió un guía, quien se aseguró de que todos sin excepción tuviéramos el equipo completo: overol y casco. El recorrido comenzaba en un elevador que bajaba 500 metros hacia el interior de la mina y conforme íbamos bajando, la oscuridad era cada vez más penetrante y el aire se hacía más frío y húmedo. 

Recorrimos cavernas durante casi una hora mientras el guía, con una enorme linterna iba alumbrando el camino y explicando el trabajo de los mineros, hasta llegar a un sitio en el que el camino se terminaba y ya no pudimos continuar. En ese momento, la linterna se apagó y la oscuridad fue total. Todos entramos en pánico y los niños comenzaron a llorar con desesperación hasta que el guía logró encenderla de nuevo.

Fue entonces cuando se percató de que él era el único que tenía su luz encendida. Soltó una carcajada y nos llamó la atención, haciéndonos ver que todos teníamos luz en el casco, pero todos la teníamos apagada. Inmediatamente, todos encendimos la luz sobre nuestra cabeza y seguimos con mucho alivio el recorrido de regreso. 

Lo mismo sucede con nosotros. Muchas veces dejamos que el miedo ante las circunstancias nos paralice, olvidando que en el mismo momento en el que creímos y decidimos seguir a Jesús, fuimos dotados sobrenaturalmente de su Santo Espíritu; ese casco capaz de alumbrar las tinieblas más terribles. Así que la próxima vez que nos encontremos frente al temor, la desesperación o en medio de la oscuridad, ¡no olvidemos encender la linterna!

«Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio». (Segunda carta a Timoteo, capítulo 1, versículo 7)

Tomado de la revista Prisma 42-3

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