El poder de la Palabra
¿Cómo es posible no caer en actitudes equivocadas?
Por Felipe Güereña A
Las palabras son una fuerza poderosa. Pueden utilizarse como armas destructivas causantes de gran miseria y dolor, o para animar y fortalecer logrando resultados inesperados.
El autor inglés Edward Bulwer-Lytton acuñó la frase: «La pluma es más poderosa que la espada», para resaltar el gran impacto de las palabras. Las expresiones escritas u orales, que confortan y consuelan son de gran beneficio para los que las reciben. Por el contrario, los dichos crueles y sin misericordia, son de lo más destructivo. Alguno podría decir que son solo palabras que se lleva el viento, sin embargo pueden causar mucho daño. La lengua descuidada, arrastra tristes consecuencias y engendra mentirosos e irresponsables.
Si la pluma es más fuerte que la espada, sería bueno revisar uno de los escritos más famosos de la historia, que se le conoce como la Palabra de Dios, la Biblia. Es el único texto que se ha traducido a más de 2000 idiomas y ha sido estudiado minuciosamente por muchas culturas a través de los tiempos. Es el libro más leído y vendido en el mundo, mucho más que cualquier otro.
Pese a ello, la humanidad parece confundida y no distingue entre el bien y el mal, aunque tiene las instrucciones claras de Dios explicadas y sin ningún error en la Biblia. Los diez mandamientos sirven para entender cómo podemos tener paz entre nosotros y con Dios. Él mismo los escribió sobre una piedra, por lo tanto no se aceptan cambios ni correcciones.
El noveno mandamiento dice: «No hablarás contra tu prójimo falso testimonio». Desde un principio Dios rechazó las falsas acusaciones. Muchos personajes bíblicos mintieron y algunos incluso fingieron, engañaron y dijeron verdades a medias para promoverse a sí mismos y quedar bien. Sin embargo, fallaron. Mentir sigue siendo pecado hoy como lo fue antes. En la presencia de Dios no hay mentira blanca, piadosa, chica, ni buena; todas son negras.
Muchas veces nos vemos en dificultades por los dichos ligeros y descuidados que salen de nuestra boca. A veces lo que decimos nos causa dolor a nosotros y a los que nos rodean. Peor todavía, cuando insistimos en asegurar que fue acertado lo que dijimos y lo defendemos como si fuera verdad universal.
Pero no fue hasta que la Palabra, el Verbo de Dios, se hizo carne en la persona de Jesucristo que se acabaron los pretextos. Él es el único en la historia que guardó y cumplió en su totalidad los diez mandamientos. Nunca mintió ni tuvo la necesidad de hacerlo.
Se dijo de Jesucristo: «Jamás hombre ha hablado como éste». Él es nuestro ejemplo de cómo hablar con ternura, compasión, misericordia y respeto. Jesucristo vino para que tengamos vida en abundancia. No hay ninguna persona que sea el camino verdadero a Dios, sino sólo Cristo. Él dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie llega al Padre sino por m» (Evangelio según San Juan, capítulo 14, versículo 6). ¿A quién más podríamos confiar nuestro destino eterno? El murió en la cruz por nuestros pecados. Pero la muerte y la tumba no lo detuvieron, él los derrotó cuando se levantó de los muertos al tercer día. Si Jesucristo no hubiera resucitado, dice San Pablo, entonces no tendríamos esperanzas, y la vida no valdría nada (Primera epístola de Pablo a los Corintios, capítulo 15, versículo 14).
Jesús nos manda en la Biblia que nos amemos unos a otros. Nos ordena a amar incluso a nuestros enemigos. También nos enseña a decir la verdad en amor y nos da ejemplo de cómo es el verdadero amor (Primera epístola de Pablo a los Corintios, capítulo 13).
¿Cómo es posible no caer en actitudes equivocadas? Nuevamente la Biblia tiene el consejo sabio: «El que guarda su boca y su lengua, su alma guarda de angustias» (Proverbios capítulo 21, versículo 23).
La Biblia nos ayuda a levantarnos de nuestras derrotas, nos salva de muchas desgracias, nos instruye para gozar la vida pese a los obstáculos y nos advierte de las plagas que arrastra una vida amargada, es más, hasta nos libra del mismo infierno.
¡Qué guía más maravillosa tenemos para vivir! Dejemos que el poder de la Palabra de Dios, la Biblia, nos transforme para ser de ánimo y fortaleza para todos a nuestro alrededor.
Tomado de la revista Prisma 42-2