Cómo cuidar la piel sensible y delicada

Foto por Philip Eager

Dermatitis atópica y piel seca

Por Karina Rodríguez Chiw

La piel es el órgano más grande que poseemos y se encarga de protegernos de bacterias y virus que podrían ocasionarnos infecciones; regula nuestra temperatura corporal y nos permite percibir el mundo externo: si hace frío o calor, o bien, si está seco o húmedo. Existen un sinnúmero de enfermedades que la irritan, la inflaman o la obstruyen y que pueden provocar síntomas como picazón, ardor, enrojecimiento e inflamación; una de ellas es la dermatitis atópica.

¿Qué es la dermatitis atópica

Es un padecimiento crónico, inflamatorio y recurrente de la piel. «En su momento también se conoció como Eccema Atópico, se le da esa denominación porque presentaba una fina descamación como consecuencia de rascarse cuando había comezón», afirma el médico Joel Isaías Osorio,  miembro de la American Academy of Anti Aging Medicine. Generalmente se caracteriza por lesiones con enrojecimiento, comezón intensa y resequedad en diferentes zonas del cuerpo. Estas manifestaciones se presentan en episodios agudos y por tiempos e intensidad variables, pero también hay periodos «sanos» de duración variable. 

Aunque no se sabe qué produce la dermatitis atópica, hoy es posible tratarla y controlarla eficazmente. 

«La piel de quien la padece presenta una reactividad muy alta a estímulos físicos e irritantes directos y una mayor susceptibilidad a infecciones cutáneas (como el hongo o el estafilococo); es decir su piel es más sensible y delicada que la de los demás». (Colegio Mexicano de Pediatras Especialistas en Inmunología Clínica y Alergia. Comité de Dermatitis Atópica). 

La piel seca es casi una constante en los pacientes con dermatitis atópica de todas las edades. Esto se debe a un trastorno en la composición de los lípidos (grasas) de la piel que origina un aspecto de sequedad, cuarteamiento y descamación fina. Sin embargo, no siempre es el síntoma que determina que se tiene la enfermedad. Las manchas rojas, que son la característica más común en este padecimiento, provocan comezón y como consecuencia de rascarse, la piel puede hacerse más gruesa y en ocasiones se puede descamar.

El origen no se conoce. Se cree que va muy ligado al sistema inmunológico, pero no tiene una causa específica determinada. Existen teorías acerca de la posibilidad de que tenga un origen hereditario por el cual las células de Langerhans, que desempeñan un papel importante en las reacciones inmunológicas de la piel, resultan afectadas. También se cree que la tendencia genética frecuentemente está ligada a otras enfermedades como el asma y la rinitis alérgica,  por lo que se considera que ciertas reacciones alérgicas podrían participar como causa de muchos de los casos con este padecimiento.

 Sus manifestaciones típicas

Se divide en tres etapas: 

Del lactante. Es la más común y se presenta en bebés de 0 a 2 años, sobre todo en mejillas, cuello y tórax. 

Infantil. En niños en edad preescolar, sus síntomas son parecidos al del lactante ya que se manifiestan principalmente en mejillas y cuello.

Del adulto. Más común en la cara interna de las muñecas o axilas, y a veces en las ingles. 

Se puede presentar a cualquier edad. Lo más común es en los bebés, pero no es igual que la dermatitis del pañal ya que ésta es de origen alérgico. Sin embargo, este tipo de dermatitis en los bebés también puede ser ocasionada por la humedad y el amoniaco de la orina, el rozamiento del pañal y la irritación provocada por las heces.

Para tomar en cuenta

De acuerdo con el Colegio Mexicano de Pediatras Especialistas en Inmunología Clínica y Alergia, anteriormente a esta enfermedad se le conocía como «Neurodermatitis». Y es que se demostró que el tipo de piel que la padece tiene una reacción anormal a ciertos reflejos cutáneos debido a alteraciones en las terminaciones nerviosas sensitivas, las cuales controlan por ejemplo: la sudoración, la dilatación de los capilares o la secreción de las glándulas sebáceas. Lamentablemente esto ha provocado que se malinterprete y se considere una enfermedad de origen psicológico o nervioso, por lo cual hasta hoy, muchos casos se manejan en forma inadecuada con psicoterapia y sedantes. 

La realidad es que aunque el estrés y las emociones intensas pueden provocar nuevos brotes de dermatitis, no es que éstas sean la causa del padecimiento. De hecho el estrés es sólo uno más de los factores que influyen en su aparición, ya que también el exceso de sol, el frío, la sudoración, el polvo, el exceso de lavado, el roce con ropa áspera de tejidos sintéticos o el contacto con sustancias irritantes como solventes, jabones, combustible y ciertos metales pueden exacerbarla.

Por otra parte, ciertos alimentos también pueden estimular los síntomas. Para determinarlo el médico debe realizar análisis específicos que precisen la aparición de los antígenos que demuestren a qué alimentos es sensible o intolerante la persona. Los alimentos más alérgenos pueden ser trigo, embutidos y productos enlatados o empaquetados.

El diagnóstico realizado por un especialista en dermatología es importante para iniciar el tratamiento adecuado.

Una esperanza

Aunque esta enfermedad no tiene cura, actualmente existen tratamientos a base de lociones emolientes que alivian los síntomas. También es importante tener una buena hidratación y evitar el rascado. En caso de que la piel esté inflamada se pueden usar cortico-esteroides de mediana a alta potencia por un tiempo determinado y no indefinidamente ya que podrían lastimar la piel. Lo más importante también es no auto-medicarse. El uso de emolientes es básico, pero hay qué conocer las características de cada paciente para elegir el indicado.

Para evitar la aparición del prurito (picazón)

Evitar el calor, especialmente producido por aire caliente; la sequedad ambiental; el contacto con la lana, plásticos y en algunos casos con otras fibras.

Realizar duchas cortas con agua no excesivamente caliente y con un jabón o gel de pH ácido.  

Utilizar de preferencia ropa (incluso la de cama) de fibras naturales como algodón y lino. 

Aplicar crema emoliente en todo el cuerpo después del baño y en las zonas de mayor resequedad en diferentes momentos del día. La hidratación regular mejora el estado de la piel.

Evitar el uso de alfombras, peluches, edredones y objetos que acumulen polvo. 

No exponerse demasiado al sol y utilizar siempre protector solar. 

Evitar el rascado y la fricción de la piel. 

A pesar de los cuidados que se puedan tener a veces pueden aparecer fases de empeoramiento (brotes). Éstas pueden controlarse si se continúa con los cuidados generales. Cuando se tenga una reacción fuera de lo común se debe consultar al médico.

Tomado de la revista Prisma 42-2

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