Cultura de gratitud

Foto por Diana Gómez

Foto por Diana Gómez

La gratitud y la alabanza a menudo son la rampa para ponernos de nuevo en el camino correcto buscándolo a él

Por Gina Raudry de Almazán 

Nuestra cultura moderna experimenta una epidemia de ingratitud. Como gas venenoso, esta actitud está contaminando nuestras vidas, hogares y sociedad. Establecer una cultura de gratitud en nuestros niños es más que enseñarles a decir gracias cuando reciben algo. Tenemos que llevarlos de ser receptores a dadores, a saber agradecer haciendo algo por quienes les sirven. Cuántos padres ancianos son olvidados, porque sus hijos no aprendieron a ser agradecidos y ahora no están dispuestos a retribuir con su tiempo, amor y servicio a quienes se entregaron a ellos por años.

Recordemos la historia del pecado original de Adán y Eva cuando desobedecieron el mandato de Dios de no comer del árbol de la sabiduría del bien y del mal. ¿Nos hemos preguntado qué estimuló su apetito de querer algo más que la comunión y unidad con Dios? ¿Qué los hizo vulnerables a la tentadora sugerencia de la serpiente? Fue la ingratitud. No estaban agradecidos por lo que Dios les había provisto.

Desde la perspectiva de la gratitud, podemos ver que Dios es muy sabio al permitir que algunas veces seamos privados de algo o de alguien, con el propósito de que aprendamos a valorar lo que tenemos, quitemos los ojos de nosotros mismos y seamos humildes para reconocer que todo viene de su mano generosa. Para aprender a ser agradecidos tenemos que practicar, y así la lengua madre de insatisfacción con la que nacimos comenzará a desaparecer. 

Algunos beneficios de la gratitud:

Llena el corazón de gozo, porque nos enfocarnos en lo que tenemos.

Es el antibiótico del alma para curar toda una variedad de enfermedades provocadas por el afán. 

Despierta nuestros sentidos para ver a Dios, escucharlo y comprobar que él es bueno. 

Nos da otra perspectiva de lo que nos sucede. Conforme alabamos a Dios por quién es él y le agradecemos por lo que ha hecho, nuestros problemas se hacen más pequeños.

Provee de gozo a nuestro ser en los momentos difíciles. 

Nos acerca a Dios. La gratitud y la alabanza a menudo son la rampa para ponernos de nuevo en el camino correcto buscándolo a él.

Actividades sugeridas para ensenarle a nuestros hijos a ser agradecidos

1. Enséñales a dar gracias a Dios, primero por su cuerpo. Organiza una semana de gratitud. El primer día, después de la escuela, inmoviliza una parte de su cuerpo: un brazo, una pierna o venda sus ojos. Está dispuesto a participar haciendo lo mismo si te lo piden. Comerán, harán la tarea, jugarán y harán sus quehaceres así. El juego terminará hasta la hora de dormir. Ofrece un premio al que logre seguir hasta el final. Platica con ellos. Anímalos a que te digan cómo se sintieron y lo que aprendieron. Guíalos cada noche a dar gracias a Dios porque les dio sus manos, sus pies, sus ojos, sus oídos y más. Oren juntos por los niños con capacidades diferentes. 

2. Enséñales a dar gracias a Dios por las bendiciones materiales. Prepara junto con tus niños bolsas con comida (un sándwich, un jugo, una galleta) y llévalos a repartirlas a un lugar con necesidad. Permite que ellos vean las condiciones en las que viven estas personas. Al regresar haz una reunión en la que todos digan, uno por uno, lo que sintieron. Guíalos a planear hacer algo para compartir con ellos: llevarles ropa, calzado y juguetes en buen estado y/o apartar algo de dinero para comprarles algo especial en Navidad o sus cumpleaños. Pongan fechas específicas para hacerlo. Guíalos a dar gracias por cada una de las cosas que tienen reconociendo que muchos otros carecen de lo mismo. Al llevarlos a dormir oren por esos niños.

3. Prepara tarjetas de colores para hacer notas. Da a escoger a cada niño un color y tú haz lo mismo. Cada vez que reciban un favor o regalo especial escriban dos notas de gratitud: una para recordarlo y otra para agradecerle si es posible a la persona que se los obsequió. Designa un lugar especial para guardar las de “recuerdo” y la otra entrégala al dador.  A través de los años se irán registrando eventos hermosos, que les ayudarán a recordar los motivos por los cuales deben estar agradecidos y retribuir en lo posible a quienes les han servido.

4. Organiza noches especiales. Cuando alguien cumpla años, el día del padre o de la madre, honren a esa persona sacando sus tarjetas para recordar todas las bendiciones que han dado a la familia.

5. Memoricen juntos: “Dar gracias en todo, porque esa es la voluntad de Dios” (Primera carta a los Tesalonicenses, capítulo cinco, verso dieciocho).

Edificar una cultura de gratitud para que nuestras generaciones sean fuertes y bendecidas al aprender a ser humildes y reconocer que Dios es el dueño de todo y en su bondad nos da todas las cosas, implica trabajo y esfuerzo.  Vale la pena.  ¡Pongamos manos a la obra!

Referencias.

Frente a su Gloria, Sharon Janes

Sea Agradecido, Nancy Leigh de Moss

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