La llave del corazón

La llave del corazón.jpg

El que recibiera la llave tendría que ser alguien que en verdad fuera digno de recibir algo de tanto valor de parte mía, y en última instancia de parte de Misty

Por Mike Richardson

Mi hija Misty me entregó una llave el día que cumplió dieciseis años de edad. Me informó que era la llave de su corazón, y que ella había decidido delante de Dios guardar su corazón y guardarse ella misma para el hombre con quien se casaría algún día.  

Terminó diciendo que estaba convencida de que el Señor le dirigiría en esa área por medio de mí, su padre. 

Dicha llave fue tema de muchas bromas al paso de los años, principalmente de mi parte. A veces se la enseñé amenazando: “¡Creo que voy a rematar esto al mejor postor!” 

En otras ocasiones le comentaba: “¡Oye, yo tengo la llave! ¡No puedes casarte hasta que cumplas ochenta años! 

Todo fue con buen ánimo. Ella tomaba muy en serio el significado simbólico de esa llave, y yo le recordaba que ninguna decisión al respecto podría tomarse a la ligera. El que recibiera la llave tendría que ser alguien que en verdad fuera digno de recibir algo de tanto valor de parte mía, y en última instancia de parte de Misty. Alguien que sirviera al Señor con un corazón íntegro, en quien se pudiera confiar que guiaría a su familia al conocimiento grande y alto del Salvador. 

A fines de agosto de 2001 un joven empezó a hablar conmigo acerca de sus deseos para el futuro; en enero me di cuenta de que mis días de “llavero” pronto terminarían. Tendría que entregarle la llave a Natán. 

A principios de febrero Natán y yo acordamos que el momento oportuno para que él hablara con Misty, sería un viernes después del culto en la Iglesia. Esa noche le pasé la llave. En casa acostamos temprano a los niños pequeños, mi esposa Pam y yo nos retiramos a nuestra recámara y dejamos a Misty lavando los platos mientras Natán estaba sentado a la mesa. 

El joven le mostró la llave y le dijo a mi hija que no solo deseaba desarrollar una relación con ella, sino casarse. Luego con ternura le devolvió la llave, pidiendo que ella decidiera si quería que él tuviera la llave y su amor por el resto de sus vidas. Entonces salió silenciosamente de la casa, dejándola allí parada, sin habla. 

Misty corrió a nuestro cuarto con la llave en su mano y lágrimas de gozo corriendo por sus mejillas.

La historia de la llave se acabó cuando se casaron el 20 de abril de 2002. 

Tomado con permiso de El Hogar Educador (jun-jul 02)

Anterior
Anterior

¿Puedo confiar en mi conciencia?

Siguiente
Siguiente

Y después del aborto, ¿qué?