De las pasarelas a la belleza

Fotografía de Alejandro Delvasto Aguirre

Fotografía de Alejandro Delvasto Aguirre

Mira esta gente que te rodea: ¿son tus amigos ?, ¿te quieren ?, ¿te valoran?

Testimonio de Karen Rubio 

Contado a Rebeca Lizárraga R.

Cuando salieron los dos de una gran fiesta ruidosa donde corrieron ríos de licor y drogas, su novio ya alcoholizado, aunque iba manejando, empezó a golpearla con tal fuerza, violencia y furia que ella sabía que perdería la vida. Unas personas en la misma calle intervinieron y evitaron que él continuara agrediéndola. 

Entonces, en pleno sufrimiento por los golpes de su novio, recordó cómo Dios ya le había dejado claro, también en otra fiesta: “Mira esta gente que te rodea: ¿son tus amigos?, ¿te quieren?, ¿te valoran? ¡No! Yo te amo y tengo una vida mucho mejor para ti. Te amo y no necesito que hagas nada más. Este no es tu lugar”. 

Aunque al día siguiente fue a una Iglesia y le dijo al Padre Celestial que quería seguirlo, conocerlo y amarlo, no lo cumplió. El tren de vida que llevaba: actividades, modelajes, las pasarelas, la frivolidad, reuniones de trabajo, salidas con amigos y las sesiones de fotografía para revistas, publicidad y espectaculares, no le dejaron tiempo para cumplir su promesa de aquella mañana a Dios.

Karen Rubio, estrella de belleza, ahora estaba ahí, en la calle, derrumbada. Reconoció que aquella primera vez que oyó la voz de Dios no hizo nada para poner freno a ese carrusel de vida que llevaba. Que si bien, había sido educada con buenos principios, el mundo de la frivolidad la había contaminado y ella se sabía a la deriva y sin Dios. 

Pero en esta segunda ocasión, en cuanto se recuperó de los golpes y heridas, fue y rompió totalmente un calendario que tenía en la pared donde llevaba, en grandes cuadros, toda la agenda de las próximas semanas y meses, que marcaban los desfiles de modas en que participaría y todas las demás actividades.

Rompió esa enorme agenda, le pidió a Dios que Él fuera el dueño de su vida y se rindió ante Él. A partir de entonces le dijo a Dios que haría lo que Él quisiera, que todo estaba en sus manos.

Así quedó atrás la obsesión por mantenerse en línea y no engordar, y el consecuente padecimiento de bulimia y anorexia, desapareció. “Te amo y no necesito que hagas nada más. Te quiero tal como eres”, le decía Dios, por medio de su Palabra. 

Este fue el inicio de una gran transformación en la vida de Karen. Se dio cuenta de la enorme presión social que ejercen las Agencias de Modelaje sobre las jóvenes interesadas en darse a conocer y en general sobre las mujeres, los estereotipos de belleza que se imponen.

Antes, en su trabajo como modelo, no dejaban de insistirle que había engordado y debía adelgazar, y aunque la báscula decía que estaba bien de peso, ella, ante el espejo se veía gorda y sufría por ello. Por eso seguía los consejos que le daban para adelgazar: tomar laxantes, dejar de comer varios días antes de un desfile de modas, o comer solamente una vez al día y en muy pocas cantidades, tomar pastillas para no engordar y hacer mucho ejercicio. 

“Pero eso perdió toda importancia cuando Dios me mostró que Él tenía un mejor plan para mi vida”, recuerda Karen. “Porque ante todo, el vacío que yo tenía en mi vida y que quería llenar con miles de actividades, trabajo, frivolidades y el novio, lo llenó Jesús, mi Salvador”. 

Debido a la presión que viven las jóvenes por ser bellas y delgadas, Karen creó la Fundación para el Empoderamiento de la Mujer. “Nosotras mismas nos hemos creído que la perfección del cuerpo femenino está en la talla 90-60-90. Nos estamos haciendo mucho daño, porque además la vida se llena de vacíos y despropósitos y se padecen la bulimia y la anorexia. 

En contra de esas presiones y críticas que sufren las jóvenes, yo insisto en que es más que evidente, que por más que te maquilles y te esfuerces por tu figura perfecta, no vas a estar llena y contenta, porque el único que define tu belleza es Jesús. Él te hizo bella así como eres, y te ama tanto que dio su vida por ti. Jesús sí es nuestro príncipe azul. Nos ama y nos cuida como un vaso frágil, pues Él nos creó.

Cuando encuentras a Jesús y le pides que sea tu Salvador y Rey, Él te da de su paz, gozo y aceptación y entonces reflejas un poco lo que Él es en ti. Reafirmas tu belleza, que Él ya te dio, puesto que Él te creo”.

Karen Rubio, a partir del cambio que se dio en ella cuando entregó su vida a Jesús, ha ocupado los últimos años en dar talleres internacionales de belleza con el propósito de liberar a las jóvenes de esta terrible presión en que viven por el deseo de ser bonitas y perfectas. 

Su esposo, Christian Vélez, es cantautor y realiza conciertos por diversos países de Latinoamérica. Así, coordinando las agendas de los dos, viajan juntos y en las ciudades donde él presenta un concierto, Karen realiza uno de sus Talleres de Belleza, con el propósito de ayudar a jóvenes que viven atrapadas en esos estereotipos.

Precisamente en esta preocupación de apoyar a las jóvenes, Karen Rubio habla de la tremenda superficialidad en la que vivimos. “Todo entra por los ojos” dice, “el celular, imágenes, la televisión, las películas, los espectaculares, y luego también la publicidad; todo nos rodea y nos inunda, lo que provoca que nos llenemos de ideas y prejuicios que terminan incidiendo en nuestra vida y afectándonos. 

Pero Dios está interesado en nuestro corazón. Lo verdaderamente valioso es llenar ese vacío que hace que vivamos sin sentido ni razón. Las jóvenes, preocupadas por la belleza y la perfección, se olvidan de que Dios las ama y las quiere así de hermosas como ya son. No saben que pueden hacer a un lado los prejuicios que hacen pesada su vida”.

Karen comenzó a ser modelo a los 16 años, al realizar un curso en la Agencia de Modelos en Bogotá. Tiempo después la empezaron a contratar para participar en pasarelas y sesiones de fotografías. De hecho, empezó a ganar suficiente como para pagarse ella misma la carrera de Administración de Empresas. 

Después de casi 5 años de ser modelo y de estar imbuida en el mundo de las modas, pasarelas y desfiles, se dio cuenta del gran vacío en que estaba. Vivió el proceso de su novio que se enloquecía con el alcohol y se arrepintió. Dios la transformó y ahora, junto con su esposo Christian es feliz y tiene propósito.

“Dios ama esa belleza que Él ya nos dio. Solamente debemos ponernos en sus manos y entonces Él le da sentido y razón a nuestra vida. Además, reafirma la belleza de cada una de nosotras”, dice con pasión y entusiasmo Karen.  

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