Como cristiano, ¿debo apoyar la caravana?
Es difícil abordar estas conversaciones sin ofender a alguien o hacer lo que pensamos que es correcto y esperar que todos estén de acuerdo
Por Cynthia Ramírez
En estos días hay mucha controversia en relación a las caravanas que están pasado por nuestro país. Si nos identificamos como seguidores de Jesús, nuestro silencio habla tan fuerte como nuestras palabras y/o acciones.
Es imposible abrir las redes sociales o ver las noticias sin hacernos preguntas importantes. ¿Qué dice Jesús sobre todo esto? ¿Qué es lo que mi familia o mi Iglesia esperan de mí? ¿Cómo puedo ser auténtico e intencional? Si en las redes sociales pongo like o no lo hago, ¿qué piensan otros de mis comentarios o de mi silencio? Y mucho más allá de mis opiniones (y las de mis amigos) al respecto, ¿qué es lo que Dios dice? ¿Cuál es la invitación de Jesús para mí hoy?
Es difícil abordar estas conversaciones sin ofender a alguien o hacer lo que pensamos que es correcto y esperar que todos estén de acuerdo. Por otro lado quedarnos callados y actuar como si no nos impactara a todos tampoco funciona. Es absolutamente inaceptable ignorarlo.
Como cristianos, ¿cuál debe ser nuestra respuesta?
No pretendo saber la respuesta. Conozco a personas que respeto mucho que tienen un plan de acción que podría ser una buena manera de abordarlo. Tengo otros amigos que se enfocan en áreas que a mi parecer no son tan importantes o efectivas. Tengo amigos que están ahí, tratando de escuchar cada historia y entender lo que Dios quiere. Hay otros que abordan la situación desde su profesión u otros rubros de influencia. Es un tema complejo. Sin embargo hay algunas cosas que sí me gustaría que consideremos.
1. Necesitamos reconocer que a Dios le quebranta el corazón, no solamente la caravana, sino todo el contexto que nos ha llevado a esta realidad. Dios ve mucho más allá de lo que nosotros podemos vislumbrar. Él entiende la complejidad que rodea estos temas. Dios no evade el tema, no voltea la cara, ni está demasiado ocupado. Dios está en su trono, actuando y reinando (Prov. 21:1).
Pero no porque Dios lo ha permitido debemos asumir que Él está contento con lo que está pasando o que no le importa. Su corazón se quebranta de la misma manera que se quebrantó en los días de Noé cuando toda la tierra estaba llena de corrupción (Génesis 6:5-6,12).
2. Es necesario que el Cuerpo de Cristo se levante. La misión de Dios no es solo para algunas personas, es para todos. Si nos identificamos como seguidores de Jesucristo, Él cuenta con nosotros. No podemos esperar que el gobierno, las organizaciones sin fines de lucro o nuestros vecinos lo hagan. Dios ha escogido invitar a la Iglesia a ser el agente principal de cambio en esta historia.
3. Necesitamos trabajar juntos y buscar soluciones creativas. Una de las mentiras más grandes que estamos aceptando es que hay solo una manera correcta y una persona indicada que carga con todo el peso de la solución. Ya sea que pensemos que es responsabilidad de ciertas organizaciones, congregaciones, pastores o políticos, no podemos caer en la tentación de creer que con un solo cambio la historia será diferente. Necesitamos todos trabajar juntos. ¡Dios quiere que levantemos la voz y pongamos manos a la obra!
4. Necesitamos involucrarnos desde todas las áreas de la sociedad: económica, política, social, etc. Cada sector es importante. No hay áreas más “santas” o que a Dios le importan más. Jesús pasó tiempo con personas muy diferentes y de cada rubro de la sociedad. Dios sí espera que nosotros trabajemos con Él estableciendo su Reino en esta tierra. Si alguien del cuerpo de Cristo tiene un sentido de urgencia sobre un tema o una solución en particular, consideremos con sabiduría unirnos a la invitación de Dios para apoyar en cada área de influencia que ha puesto a nuestro alcance.
Al leer estos puntos puede ser que cada uno de nosotros tenga una perspectiva diferente sobre si debemos o no apoyar y cómo hacerlo. También tendremos diferentes interpretaciones de qué significa apoyar. Les comparto algunas sugerencias para cuando tengamos estas conversaciones. Para poder trabajar juntos y responder como amigos en el Reino de Dios necesitamos ser intencionales. Esto requiere trabajo y esfuerzo de todos los seguidores de Jesús.
A) No nos quedemos callados. Aunque diferentes personas a nuestro alrededor tengan posturas fuertes (aparentemente contrarias y basadas en la Biblia) sobre cuál es la solución correcta, de una cosa estamos seguros: la respuesta no es el silencio. A Dios le importa y la Biblia está llena de historias y cartas que nos muestran el corazón de Dios para los marginados y las comunidades vulnerables. Digamos algo. Estudiemos mucho, oremos y respondamos a la invitación de Dios.
B) Usemos nuestra influencia para compartir nuestro punto de vista bien fundamentado y con puntos claros de acción. No usemos nuestra influencia para regañar a otros o forzarlos a estar de acuerdo. Invitémoslos a participar en oportunidades concretas.
C) Cuidemos nuestro lenguaje y no juzguemos a las personas con base en su perspectiva. Recordemos que es un tema muy complejo. Si tenemos pasión por el tema, busquemos ser sabios al expresarlo. Se trata de crear puentes y no división.
D) Busquemos espacios seguros para dialogar, escribir, imaginar, compartir, inventar, invitar, corregir cuando sea necesario y hacer todo lo posible por unirnos como equipo. Si no existe un espacio así en nuestra comunidad, comencemos algo. No esperemos a que alguien más tome la rienda. Busquemos de manera práctica aterrizar lo más posible las ideas de nuestra comunidad aprovechando lo que Dios nos ha dado.
E) No temamos el encuentro con aquellos que tienen perspectivas diferentes a las nuestras. Es bueno el debate. Sigamos haciendo preguntas. No tengamos miedo de hablarlo. No tenemos que ser los mejores amigos, pero si es importante tratarnos con respeto al considerar su punto de vista. El Reino de Dios no siempre se parece a lo que está dentro de nuestra zona de confort. Es retador, pero nos hará crecer a todos.
F) Busquemos la dirección de Dios para saber cómo quiere que nos involucremos. No todos tenemos que invertir todo nuestro tiempo y recursos en las mismas causas y de la misma manera. ¡Es imposible! Más bien busquemos aprovechar la manera en la que Dios nos diseñó y las herramientas que nos ha dado. No tratemos de copiarle a alguien más o de responder a lo que está de moda. Es importante prepararnos y ser estratégicos. ¡Apoyemos a los que están en la trinchera! Oremos por ellos, animándolos y haciendo lo que podamos. Recordemos que somos parte del mismo equipo. Celebremos el éxito y el sacrificio de otros.
Esta no es una lista exhaustiva y me encantaría poder presentar solo tres puntos para cambiar nuestra realidad, pero es imposible. El problema es mucho más complejo. Pero sí vale la pena intentarlo y Dios ha dado mucha creatividad y sabiduría a su Iglesia. ¡Busquemos trabajar juntos como amigos en lo que se pueda! Y no bajemos la guardia. Jesús sí tiene algo que decirnos sobre cada uno de estos temas. Su invitación está sobre la mesa. No nos distraigamos con lo demás.
«El corazón del rey es como un arroyo dirigido por el Señor, quien lo guía por donde él quiere» (Proverbios 21:1).