¿Qué va a pasar si tengo relaciones sexuales ahorita?
Si el tener relaciones sexuales es un riesgo, mejor no tenerlas. Pero entonces, ¿qué hacer?
Por María de J. Badillo de Vargas
Por cuestiones de mi trabajo estuve casi año y medio separada del colegio en donde daba consulta como médico a cientos de jóvenes.
Al regresar, lo primero que me encontré fue que el jefe de dicho servicio había planeado una serie de seis conferencias sobre educación sexual para los martes de cada semana. Las primeras conferencias, él las había dado y en dos había expresado una alta liberalidad para que los jóvenes tuviesen relaciones sexuales.
Al final de su exposición, este doctor preguntaba: —¿Van a tener relaciones sexuales?
Los jóvenes quedaban expectantes sin saber qué contestar, dudando entre decir sí o no.
A algunos se les escapaba decir: —¡No, claro!
Pero el maestro enfatizaba: —Bueno, si quieren tenerlas, ¡ténganlas! Lo único que no les perdono es que no las disfruten, porque considero que es el placer más grande en esta vida. Si alguna jovencita decide tenerlas, vaya a consulta y ahí decidimos entre darle su píldora o enviarla al Centro de Salud más cercano a ponerle su dispositivo.
Noté en el rostro de los jóvenes una apatía hacia lo que se decía. Interpreto que quizá pensaban que era lo mismo de siempre, lo que dicen las revistas, los psicólogos, los profesores.
Las restantes cuatro conferencias corrían por mi cuenta. El reto significaba mucho porque como cristiana sé que esta forma de conducirse no va de acuerdo con la voluntad de Dios. A pesar de que los temas eran científicos, en las tres conferencias que di, hubo un momento cumbre en el cual invité a los estudiantes a reflexionar:
—Han escuchado lo que deseaban saber de la sexualidad, de lo que es un embarazo no deseado, o los métodos anticonceptivos. Tenemos todo lo increíble: inventos para evitar que un nuevo ser venga al mundo, para “disfrutar” de relaciones sexuales. Pero, ¿en dónde? Hasta el momento las han realizado en el jardín, detrás de los árboles, en un salón de clases, o hasta dentro de un tinaco que no funciona…
El grupo irrumpió en carcajadas. En un instante se rieron y quizá en ese mismo momento estaban planeando una nueva experiencia sexual sin importar más que su deseo físico.
En esa semana había venido a consulta una chica que se controlaba con píldoras, pero aún así llegó a embarazarse y a las doce semanas fue a tener un aborto. Cuando despertaba de la anestesia, el médico ayudante se lavó las manos ensangrentadas. Ella me expresó que estaba en un estado de ánimo “raro”, con una sensación de vacío y tendencia a deprimirse.
—Qué triste —le comenté—. ¿Cómo es posible que siendo tan joven y tan bella, tengas esta huella en tu vida? ¿Cómo es posible que tú sola hayas ido a ver al médico? ¿Y si algo te hubiera sucedido allí? ¿Si el médico te hubiera perforado la matriz? ¿Si los métodos utilizados no hubieran sido los adecuados en cuanto a asepsia y antisepsia? Te podría haber propiciado una infección que te hubiera puesto al borde de la muerte. ¿O qué tal si ese médico hubiera abusado de ti físicamente, como en otros casos que me han reportado?
Me dolió el corazón al verla.
—¿Qué esperas? Por favor, ¡ámate, ámate a ti misma!
Sus padres por supuesto no sabían nada de eso.
A los jóvenes, en la antepenúltima conferencia, les esbocé algo de lo que acontece día con día a las jóvenes como la del ejemplo anterior, y les comenté:
—¿Seguiremos recibiendo este tipo de casos en la consulta? ¿O qué solución proponen? ¿Esto es lo que quieren para ustedes: relaciones sexuales libres, más un control anticonceptivo y si falla existe, la posibilidad del aborto? O para el varón, desde que se entere que su chica está embarazada, ¿quieren correr y no aparecerse? Después de todo, solo era una simple experiencia pasajera, ¿o no?
Al seguir comentando con los jóvenes se llegó a una conclusión. El adolescente es un ser inmaduro, no capacitado para tomar resoluciones ni para ser padre, por supuesto. Si el tener relaciones sexuales es un riesgo, mejor no tenerlas. Pero entonces, ¿qué hacer? Primero, plantearse una meta. Según expresaron, la mayoría ya la tiene definida y es la de estudiar una carrera profesional.
Entonces hay que continuar formándose, estudiar para lograr esa meta, mantener la salud para seguir adelante. ¿Cómo? Con una alimentación adecuada, un horario razonable, la práctica del deporte. Algunos tendrán que trabajar para poder superarse.
Si hay un noviazgo, seguir adelante; apoyarse el uno al otro para lograr su objetivo, no para estorbarse y dar lugar a los grandes conflictos que día a día se hacen más comunes. Tal vez es difícil optar por esto, pero las cosas aparentemente fáciles son las que lamentamos más a la larga.
Libertad sexual + Métodos anticonceptivos = Crisis y frustración.
¿Por qué? Porque generalmente se propicia el engaño, la conciencia de que no se está haciendo lo mejor. Se facilita el cambiar de pareja. Puede ser que aún con el control suceda un embarazo y se entre en un círculo vicioso como el que ya mencioné.
Para el joven cristiano hay una mejor opción, la de poner todo en las manos de Dios, confiar en que todo tiene su tiempo y que Él (Dios) tiene un plan para cada vida.
No engañes, porque Él no es un Dios de mentira. No forniques, porque Él te proveerá a tu compañero o compañera idóneo en el tiempo ideal. No codicies, porque Él tiene lo mejor para ti, lo que tú necesitas.
Y todo eso, ¿cómo se logra? Con el reconocimiento pleno de Dios. Hay que amarlo sobre todas las cosas y reconocer que es un Dios de amor. En sus preceptos Él establece que si no amas a tu prójimo, no lo puedes amar a Él, pues si a tu prójimo que ves no lo puedes amar, ¿cómo lo vas a amar a Él si no lo has visto? Y si amas, no vas a arruinar ni tu vida ni la de otro.
No dejes que tu vigor, tu fortaleza y tu entendimiento se pierdan en la nada. Pon todo en las manos de Aquel que te creó, de tu formador, de tu hacedor, que nunca te defraudará. Prueba sus caminos maravillosos y sé feliz.