Moisés Sáenz, un mexicano ilustre
Educador, periodista, escritor, diplomático y modelo de juventudes. Como escritor es admirable la claridad de su estilo y la profundidad de su pensamiento
Por Luis D. Salem
Hay seres que, al pasar por la vida, dejan huella que nadie ni nada pueden borrar aunque lo intenten. Uno de ellos, por lo que a México se refiere, es el doctor Moisés Sáenz Garza, orgullo del país y del protestantismo mexicano.
Nació aquel ilustre pedagogo el 13 de febrero de 1888, hace más de un siglo. Ocupó altos cargos oficiales. Quizá por causa de su fe tuvo diversos adversarios. Uno de ellos nada menos que don José Vasconcelos, lo tildaba de “mocho”, “agringado” y otros calificativos. La palabra “pastor”, aunque Sáenz no lo fue, se le lanzaba como ofensa. El maestro, ante tales ataques, sonreía. Jamás negó la fe de sus mayores que fue también la suya.
No obstante los ataques de Vasconcelos, aquellos dos genios se encontraban en sus actitudes en contra del positivismo, doctrina esta que en aquellos días ceñía corona dentro de la pedagogía mexicana.
Junto a Sáenz y a Vasconcelos actuó también el filósofo Antonio Caso. Vasconcelos pugnó desde el campo católico en actitud abiertamente polémica. Caso luchó como creyente de avanzada, amigo de la Biblia aunque no afiliado a iglesia alguna. Sáenz lo hizo desde las fronteras protestantes y actuaba sin lanzarse a los terrenos de la polémica.
Vasconcelos, Caso y Sáenz, tres filósofos que desde diferentes toldas cristianas lucharon contra el ateísmo, cada uno a su manera.
Admirable ver hoy el afecto que la nación mexicana guarda hacia tan destacadas personalidades. Por lo que a Sáenz se refiere, se dice que en Monterrey, su ciudad natal, le edificaron un hermoso busto. Varias son las calles y escuelas que llevan su nombre en diversos lugares del país.
Educador, periodista, escritor, diplomático y modelo de juventudes. Como escritor es admirable la claridad de su estilo y la profundidad de su pensamiento. En cada uno de sus ensayos arde la llama de su amor al campesino, al indígena en forma especial, y su afán por alcanzar la superación de ellos.
En su amor al indio, Sáenz es internacional. Escribió a favor de los naturales de México como también de los de Ecuador y Perú, países donde vivió en calidad de embajador de su patria.
Sus estudios sobre el indio peruano y el ecuatoriano fueron publicados en Lima el año 1936. Se trata de documentos donde brilla el indoamericanismo del autor. Aconsejó impulsar la educación del campesino y la creación de fuentes de trabajo en los medios rurales aunque se tuviese que limitar un poco el progreso de las ciudades. Sabio este modo de pensar ya que, si se descuida el campo, los habitantes se vendrán a la ciudad creando así aglomeraciones multitudinarias que irán a la tragedia.
Cabe informar que en el campo de la educación el doctor Sáenz actuó como secretario de Educación en Guanajuato y en el Distrito Federal; fue director de la Escuela Nacional Preparatoria, jefe del Departamento de Intercambio Universitario, catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras, director del Primer Congreso Indigenista y de allí subió al cargo de secretario de Educación Pública a nivel nacional donde puso en práctica sus conocimientos adquiridos en Francia y Estados Unidos donde obtuvo título universitario, entre ellos el de doctor en filosofía.
“El México pedagógico no lo olvida”, dice la señora Noemí Atamoros en magnífico artículo publicado en el diario Excélsior el 13 de febrero del 1988. Ahí también se afirma que hizo sus estudios primarios, secundarios y preparatorios en la Escuela Presbiteriana de Coyoacán, hoy Instituto Juárez.
Ya en el terreno de la diplomacia, justo es decir que Moisés Sáenz representó a México como embajador en Dinamarca, Perú y Ecuador. Murió en la ciudad de Lima el 24 de octubre de 1941, días en que representaba a México en la patria de los incas.
“Con su muerte perdió la Iglesia Presbiteriana de México al más célebre de sus laicos”, dice el escritor Daniel Arellano y agrega: “México sintió la falta irreparable del máximo educador contemporáneo y la América indohispánica la del más ilustre de sus indigenistas”.