Incomparable protección
Se me rompió el corazón al escuchar sus lamentos y verlo allí tirado
Por Alfredo Pacheco
Eran aproximadamente las 10:30 de la mañana cuando escuché un grito de angustia. Corrí para averiguar lo que había sucedido y descubrí que José, mi sobrino, se había resbalado de una escalera y cayó unos siete metros.
Se me rompió mi corazón al escuchar sus lamentos y verlo allí tirado.
El dolor de su espalda era intenso. Se tornaba transparente. Al caer se escuchó cómo su columna había tronado.
Grité para pedir ayuda. Mi familia llamó a una ambulancia mientras yo ordenaba que no lo movieran porque podrían lastimarlo. En ese instante fui por aceite y ungí todo su cuerpo, principalmente la espalda, clamando a Dios: “Señor, toma el control de José. Si hay algo malo en su espalda, por favor, ¡sánalo!”.
Mientras esperaba en el hospital, vi a una gran cantidad de personas que llegaban sangrando y en muy mal estado. Meditaba en mi corazón la diferencia tan grande que existe entre ser hijo de Dios y solo ser criatura de Él.
Sí, porque después de cuatro horas en aquel nosocomio, dieron de alta a José diciendo que no tenía absolutamente nada. Dios había actuado en su vida. ¡Vale la pena estar dentro del redil y recibir todas las promesas bíblicas!