Seis llaves prácticas para cuidar a tus hijos
En los últimos años la familia mexicana ha perdido la cohesión y la fortaleza que tuvo en décadas pasadas
Por Julieta Iturbide
Los días de la mujer joven que trabaja y tiene un hijo pequeño, transcurren en una permanente tensión. Está siempre en una disyuntiva: ¿A qué le doy mayor atención, a mi trabajo o a mi hijo?
Y de verdad que se trata de una disyuntiva grave y de la mayor trascendencia. Pero afortunadamente hay acciones prácticas que hacen el cambio hacia una vida de tranquilidad.
Actualmente mi hijo tiene nueve años, así que considero que ya pasé la parte más intensa en que era tan pequeñito que quería tenerlo conmigo todo el día, atenderlo siempre, enseñarle a comer, caminar, hablar.
Pero tengo la necesidad de trabajar. Y desde luego, así nos pasa a muchas mamás. Debemos trabajar para, en unos casos, tener recursos económicos para sostener el hogar y al mismo tiempo al bebé, o en el otro caso, con nuestro trabajo reforzar el ingreso económico del esposo.
De cualquier manera, sí, es importante mantener todo nuestro cuidado y atención en la formación de ese hermoso ser pequeñito que Dios nos ha dado. Pero al mismo tiempo debemos dedicar una buena cantidad de horas de cada día al trabajo fuera de casa.
La experiencia de esos primeros años de mi hijo me dejó las siguientes enseñanzas, que puedo resumir en seis puntos:
1. Primero que nada, por las mañanas date unos minutos para poner tu día en las manos de Dios. Tu día y el de tu hijo y los demás miembros de la familia, los cercanos y lejanos. Es vital saber que tu Padre Celestial conoce tu situación personal, con todo detalle.
2. Obviamente, mientras más pequeño es el niño, más depende de la madre. Si no hay una señora amiga o empleada que se quede con él en tu propia casa, entonces no hay más remedio que llevar al bebé a una guardería.
En general ofrecen buenos servicios. Lo único malo es que a veces son muchas horas las que el pequeño debe pasar allí. Así, trata de que no sean demasiadas, que la guardería esté cerca de tu trabajo, porque así quizá te permitan estar unos minutos con él a la hora de la comida, para luego separarse hasta completar la jornada de trabajo y regresar al hogar.
3. Esta llave es fundamental: Acaricia mucho a tu hijo, platica con él de todas las cosas, sobre todo las que le interesan a él, pero también háblale de las cosas tuyas, las buenas noticias de tu trabajo, de Dios tu Padre, de las cosas que te llaman la atención. En el tiempo que pasan juntos, haz que sean tiempos de mucho afecto. Que él sepa lo importante que es para ti.
Si bien este punto pareciera obvio, es importante fijarnos de que realmente acariciemos y platiquemos con nuestro pequeñito, porque muchas veces por estar preocupadas por el trabajo, por los asuntos del hogar, o por el propio bebé, no hablamos con él. No lo acariciamos. Y entonces estamos ausentes cuando esos minutos no siempre son tan prolongados como quisiéramos. Cuidemos de no estar ausentes cuando estemos con el bebé.
4. Aliméntalo muy bien. Este punto parece muy obvio también, pero aunque todos sabemos que debemos alimentar bien a los niños, no siempre se pone atención de que consuma las vitaminas, proteínas y minerales necesarios para lograr un buen crecimiento, pero sobre todo, una buena salud. Muchas veces se descuida la buena alimentación sistemática y consecuentemente los hijos enfrentan enfermedades, que bien pudieron evitarse si se hubiera insistido en alimentarlos bien, a sus horas.
Conozco a una amiga que precisamente vivió este problema. Su nenita muchas veces rechazaba la comida y ella nunca le insistía en lo rico que estaba la comida que le ofrecía. Así, la nenita estaba mal alimentada. En consecuencia no creció tanto y a los seis años empezó a padecer algunos problemillas gastrointestinales y la falta de atención en la escuela. Le costaba trabajo aprender. Asegurémonos de que el bebé coma bien, para que crezca bien y con salud.
Para evitar angustias inesperadas, debemos llevar siempre con nosotros los teléfonos para localizar al médico pediatra que puede orientarnos en cualquier problema inesperado de salud. Y desde luego, traer los teléfonos de alguna persona muy cercana para darnos la mano en cualquier emergencia.
A medida que vayan pasando los meses y luego los años, reconozcamos que las madres no solo enseñamos con las palabras e indicaciones y órdenes a nuestros hijos, sino que ante todo, les enseñamos con las acciones, con el ejemplo. No solo nos imitan en nuestras palabras, sino también en nuestros hechos. Si tú le dices a tu hijo que no debe decir mentiras, pero ve que tú las dices, ¿qué crees que hará él?
En los últimos años la familia mexicana ha perdido la cohesión y la fortaleza que tuvo en décadas pasadas. Actualmente una buena parte de las mujeres trabaja fuera de su hogar, esto ha provocado un debilitamiento de la familia y como consecuencia de ello, los miembros de la misma muchas veces presentan comportamientos inadecuados o con carencia de una formación moral indispensable.
Por eso me interesa insistir en la importancia de dialogar mucho con los hijos, conocer de su voz sus necesidades, no importa la edad que tengan, y en segundo lugar cuidar nuestras acciones y formación moral, porque de esta manera ellos nos imitarán y serán buenos ciudadanos, que alabarán a Dios y a su país con su actuar correcto y valiente.