Cómo aprovechar al máximo la vejez

Todos debemos estar cerca de alguna persona anciana para admirar el encanto de sus años

Estimada Tía Liz: 

Estoy muy preocupada por mis papás. Los dos han cumplido sesenta y cinco años de edad y pasan el tiempo diciendo que ya son viejos y que ya no sirven para nada y cosas por el estilo. Tienen muy buena salud y francamente, estoy cansada de tratar de animarles a tomar otra actitud. ¿Qué me sugiere? 

Además, estoy un poco ansiosa por mi propio futuro. Quisiera pensar que el hecho de que pasen los años sea algo bueno en lugar de algo temible. Espero que me pueda ayudar y gracias por sus consejos. 

Desanimada,

Brenda 

Querida Brenda:

¡Vaya pregunta! Y más porque tengo algo de experiencia en la etapa de vida que ahora llaman la Tercera Edad (o la Cuarta, o la Edad de Oro, o la Generación Extra, etcétera). Es un período que casi todos los seres humanos quisiéramos alcanzar, ¿no crees? ¡La única alternativa para evitarla es morir joven! 

Bueno, creo que los viejos gozamos de cuatro grandes beneficios que debemos apreciar en todo lo que valen, desde que somos jóvenes. 

Voy a tratar de presentarte algunas ideas y ojalá puedas compartirlas con tus papás.  

Para empezar, los ancianos son personas que merecen respeto. A través de los años que han vivido y las experiencias que han adquirido, se supone que han aumentado su sabiduría. Alguien escribió en la Santa Biblia, tal vez el rey David: “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría”. Es una petición que todos nos debemos apropiar. 

¿Cómo han reaccionado tus papás ante los problemas? ¿Cómo se han portado cuando Dios les ha enviado grandes bendiciones? Cada reacción, cada actitud, es una preparación para la vejez. Es como meter ahorros al banco; si no viene alguna devaluación, los ahorros se van acumulando de acuerdo a lo que invertimos en ellos. Cuanto más invierte uno, mejor es el saldo. 

En los tiempos antiguos, los ancianos eran tan respetados que hasta había provisiones especiales a su favor. Desde el primer siglo de la era moderna el apóstol Pablo escribió a Timoteo: “Contra un anciano no admitas acusación sino con dos o tres testigos”. ¡Merecían todo el respeto posible! ¡Nada de condenarlos así no más! 

En segundo lugar, los ancianos son hermosos. Sus canas, sus arrugas, su piel suave, su abdomen un poco abultado como almohada, su caminar más lento, ¡son características atractivas! Todos debemos estar cerca de alguna persona anciana para admirar el encanto de sus años.

Las líneas alrededor de sus ojos y de su boca, revelan cuántas veces han sonreído durante su vida. Parece que traen una sonrisa permanente pintada en su rostro, a menos que hayan sido marcados por una expresión dura, desagradable o enojada. La Biblia dice: “La hermosura de los ancianos es su vejez”. Indiscutiblemente. 

A los nietos les encanta oír relatos de cómo era la vida “hace siglos” cuando éramos chicos. Este sentido histórico, de continuidad y de familia, es necesario para dar perspectiva a las nuevas generaciones. 

En tercer lugar, los ancianos son importantes por el aspecto espiritual. Pueden reafirmar después de décadas de experiencia: “No he visto a justo desamparado”, como dijo el salmista. 

Cuando nació Jesucristo y fue llevado al templo por sus padres, Dios preparó a dos ancianos para bendecirlo. El Espíritu Santo le había revelado a Simeón que no moriría antes de ver al Mesías, y se cumplió. La otra anciana fue Ana, profetisa “de edad muy avanzada” que servía en el templo todos los días y hablaba de Jesús a todos los que encontraba. 

Muchas veces los ancianos son los más fieles en asistir a los cultos de la Iglesia. Estar presentes les ayuda en sus propias vidas y representa una inspiración a los creyentes más jóvenes, al ver el amor y la fidelidad de los viejos. Pueden dar testimonio de lo maravilloso de la bendición de Dios a través de los años, y contar historias de cómo la obra fue fundada y cómo ha ido progresando hasta ahora. Claro, no deben aburrir a los demás repitiendo vez tras vez las mismas cosas, pero si se cuidan de esto, todos los escucharán con gusto y provecho. 

Cuando la Biblia habla de la promesa de derramar el Espíritu Santo sobre la gente, menciona específicamente no solo a los jóvenes sino también a los ancianos: “Derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y… vuestros ancianos soñarán sueños” (Joel 2:28). Aunque seamos grandes de edad, todavía podemos soñar con las cosas de Dios. 

En cuarto lugar, los ancianos pueden proyectar una profunda alegría y un gozo contagioso, precisamente por todas las experiencias que han vivido. Pueden aconsejar a los creyentes menos maduros. No deben mostrar un espíritu crítico o negativo, sino todo lo contrario. Aunque no les agraden muchas de las tendencias modernas, pueden ayudar a los jóvenes a resistir las tentaciones del mundo con amor y fe. 

Sí, son cuatro preciosas oportunidades para los ancianos. Pero también los de la Edad de Oro tenemos serias responsabilidades que nos ayudarán a no caer en la pereza, la autolástima o la exagerada dependencia. 

Debemos portarnos con madurez. Me refiero a un comportamiento responsable, ejemplar y valiente. Ni siquiera la enfermedad debe ser pretexto para volver a actitudes infantiles. 

Recuerdo a una amiga que me contó acerca de la forma tan digna en que murió su esposo. “Ni una queja”, se maravilló ella, sabiendo que él padecía tremendos dolores y que su enfermedad era mortal. ¡Qué ejemplo para toda la familia! Él había sido líder en una Iglesia cristiana y fiel líder en el hogar. ¡Qué bendición cuando la viuda puede recordar con gozo: “Alfredo siempre fue un excelente padre, esposo y maestro”! 

La persona madura razona bien. El apóstol Pablo comentó a los corintios: “Hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez”. Saben escuchar y pesar los argumentos, con un estilo amoroso y comprensivo. Luchan para vencer sus debilidades y enfermedades. No se dejan vencer por sus problemas. 

Nuestra meta hoy en día debe ser igual que la del apóstol Pablo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe”. Los héroes bíblicos como Abraham, José, Moisés y David no pasaron sus últimos años aferrados a un sofá sin hacer nada, sino todo lo contrario. Continuaron en servicio activo para el Señor. 

No debemos flojear antes de tiempo. Seamos maduros. 

Otro aspecto de la madurez tiene que ver con nuestros hábitos de dormir, hacer ejercicio y comer. Debemos estudiar acerca de la buena nutrición y seguir sus consejos en lugar de comer “chatarra” o puros antojos. Es importante dormir nuestras horas regulares y practicar el ejercicio sano. Algunos creen que lo mejor en la vejez es caminar y subir escaleras; así evitaremos enfermedades y sentirnos deprimidos. 

Muchas veces las ancianas sufren de soledad, sobre todo si su compañero de toda la vida ha muerto o los hijos se han mudado lejos. Es muy difícil; lo he experimentado. ¿Cómo vencer este problema que puede causar gran dolor? 

El servicio a otros es la respuesta, en la medida que la salud lo permita. Nuestra Iglesia o congregación provee excelentes posibilidades para servir, desde lo más humilde hasta el mismo liderazgo según el caso.

Mi abuelito materno murió a los noventa y tres años de edad; hasta pocos meses antes del fin de su vida todavía daba clases de escuela dominical a un grupo de sesenta varones. Supongo que la gente iba a su clase porque él tenía algo que enseñar. Era ejemplo de autodisciplina, sin vicios, fiel a sus principios bíblicos en todo momento, compartiendo siempre el Evangelio y Dios le permitió ser útil hasta muy avanzada edad. 

Mi consejo final a las personas grandes, es que busquemos la sabiduría. El libro bíblico de Proverbios afirma que el principio de la sabiduría es el temor de Dios. Si somos sabios, no seremos estorbo para nuestros familiares y amigos, sino bendición, y solo en el Señor podemos esperar tal tesoro.

Tratemos sabiamente a nuestros semejantes que vemos día a día. Compartamos sabiduría a los que platican con nosotros. Estudiemos nuestra Biblia y vivamos en comunión con el Salvador que siempre nos acompaña y nos ayuda. 

Ay, Brenda, esta carta se ha extendido, pero espero que sea útil para tus papás y para ti misma al ver que los años pasan rápidamente. Contrario a muchas ideas modernas, solo tenemos una vida, de una duración limitada por Dios, y debemos gozarla al máximo bajo su dirección y de acuerdo a sus principios divinos. ¡Vivan los viejos! 

Con mucho cariño

Tía Liz

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