La virginidad no solo es física

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El noviazgo, aunque termine, deja una marca en las emociones y la historia de cada persona

Por Sara Trejo de Hernández 

Platicando con unas amigas sobre la cantidad de novios que cada una había tenido, recordé el perjuicio que eso trajo a mi vida. 

La cultura actual, a través de las telenovelas, películas, libros, redes sociales y más, enseña que las relaciones de noviazgo deben empezar desde la infancia. A veces hasta en la familia se bromea, diciéndole al pequeñito de kinder: “saluda a tu novia”, cuando se encuentra con una amiguita. Ya en la adolescencia, los jóvenes y las señoritas se sienten fuera de lugar si no han tenido ninguna relación de este tipo. 

La presión es enorme y difícil de resistir. Es muy triste ver que los jóvenes se meten en esas relaciones sin calcular el costo. 

El noviazgo establece una cercanía emocional, física y mental, que no se tiene con un amigo o amiga. Una vez que se inicia, aunque termine esa relación, se anhela tener otra y otra. Y cada una de ellas va dejando una marca en las emociones y la historia de cada persona. 

Esas relaciones dañan todo lo que la persona es, ya que cada intento por la felicidad lastima a los miembros. La falta de madurez y límites apropiados, las diferencias y los malos entendidos ocasionan que se deteriore el ser de los involucrados. 

Lo que lo complica aún más es cuando también se queda una huella física al iniciar con caricias prohibidas y relaciones sexuales. 

La virginidad para cada sexo es muy valiosa, pero no solo comprende el abstenerse de tener relaciones íntimas, sino que implica todo lo que comprende el ser: las emociones, los pensamientos y los recuerdos. En fin, lo que somos en conjunto. 

Dios tiene planeada una vida de gozo, paz, abundancia, salud y libertad para cada uno, pero nuestras decisiones equivocadas van restando plenitud a cada una de estas cualidades. 

Tuve una amiga a la que su novio le prohibió hablar con todos sus amigos, hombres o mujeres. Por el cariño que le tenía aceptó lo que le pedía. Perdió su libertad y su gozo. Su carácter cambió, se volvió tímida y reservada. Solo era una adolescente, pero ya estaba experimentando control, amenazas y maltrato. 

Otra chica que conocí cambió tanto por la influencia de su novio, que hasta dijo que ya no creía en Dios. La palabra del chico era su ley. Él se convirtió en su dios, pero un buen día la abandonó. Ella perdió su identidad, felicidad y seguridad e inició una cadena de relaciones cada vez más destructivas. 

Proverbios 4:23 dice: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida”. Para los hebreos el corazón no solo albergaba los sentimientos, sino también el razonamiento. Por esto si Dios nos advierte guardar el corazón deberíamos considerar profundamente lo que nos beneficia o perjudica. Cuidemos nuestra virginidad, en el sentido integral de la palabra. ¡Vale la pena!

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