Cómo confiar de nuevo
Cuando hay infidelidad en el matrimonio
Por Isabella Estrella Macher
Desde la antigüedad, el matrimonio ha sido la base de la familia y esta de la sociedad. Cuando en un matrimonio alguno de los miembros de la pareja hace algo que rompe esa unión, es un grave problema.
¿Es posible volver a unir lo que se ha disuelto emocional, física o moralmente? Pareciera que no, pero para Dios no hay imposibles. Él llama a las cosas que no son, como si fuesen. ¿Es fácil? En definitiva, no. Es doloroso y en muchas ocasiones ofensivo porque lo que sucedió ha matado la autoestima del cónyuge y la confianza entre los dos.
Pero vale la pena esforzarse por el perdón y la reconciliación. Si el ofensor reconoce su pecado, la parte ofendida está dispuesta a perdonar y ambos trabajan juntos para salir avantes, entonces la sanidad es posible.
He platicado con algunas parejas que han pasado por situaciones de este tipo y siguen adelante con éxito. A continuación, un resumen de sus consejos.
Las tres cosas primordiales que tienen que volver a cimentarse entre los cónyuges son:
1) La confianza.
2) La relación íntima.
3) La relación con la familia (inmediata y extendida).
Lo que es de gran ayuda en este proceso es considerar:
1) La relación con Dios. Cuando se tiene una relación real y genuina con Dios, Él es el mejor aliado. Buscarlo a Él individual y conjuntamente es primordial. La pareja no está sola. La Biblia dice que: Cordón de tres dobleces no se rompe pronto (Eclesiastés 4:12). Aunque esté dañada la relación, Dios puede sanar a ambos y cimentar la relación en Él.
2) La confianza en Dios. En medio de la crisis, todo se ve negro. Las nubes de la decepción, la tristeza, la incertidumbre y la traición vienen cargadas de desánimo y se pierde la esperanza de un día mejor. Confiar en que Dios ama a cada integrante de la familia y quiere traer reconciliación y sanidad a la pareja, da esperanza para el presente y ofrece un futuro como pareja.
3) Que el tiempo sana. Si la parte ofendida perdona de corazón, se dará cuenta de que con la ayuda de Dios, al paso del tiempo, aunque no se olvida del todo, sí aminora el dolor y la desesperanza.
4) No ser obsesivo(a) ni celoso(a). Es muy fácil, después de una traición o desengaño, que la persona ofendida se envuelva en celos y una obsesión por saber qué, cómo, cuándo, con quién y más de su cónyuge. Es importante buscar de manera consciente a Dios, y con su ayuda, evitar esas actitudes. Solo traen más dolor y separación.
5) Que la pareja haga el esfuerzo de decir dónde está, mostrar su amor, etc. Que se vea la intención de tener una reconciliación. La ruptura fue entre dos y es importante que tanto el ofendido como el ofensor hagan el esfuerzo para mostrar su amor, arrepentimiento y decisión de fortalecer el matrimonio.
Si esto requiere que el ofensor dé más detalles en cuanto a sus motivaciones y acciones diarias, es importante que así sea. Recuperar la confianza de la pareja no es fácil ni rápido, requiere constancia y una clara intencionalidad.
6) Confiar en que Dios obra en la pareja. Dios es el mejor aliado en un matrimonio y lo mejor es confiar en lo que Él está haciendo en la otra persona. Es importante recordar que obra en los dos, tanto en el ofendido como en el ofensor.
7) Estar dispuesto a trabajar en la relación. Cuando hay una ruptura de confianza lo más sencillo es querer tirar la toalla. Se puede acusar al otro de su pecado o estar inclinado a trabajar en la reconciliación y fortalecimiento de la pareja. El pasar por el fuego trae como consecuencia una relación aún más sólida.
8) Esperar el proceso, ya que es largo. No hay soluciones exprés. El camino es largo, doloroso, intencional y valioso. No es sabio saltarse ningún paso. Pueden quedar piedras de tropiezo para el futuro. Es mejor ir día con día, a veces sin mucho avance y en otras ocasiones con progresos sorprendentes. La paciencia rinde frutos sólidos.
9) Sostenerse en Dios. Solo el Señor puede sostener al individuo o a la pareja cuya confianza se ha resquebrajado.
10) Dejar de culpar de continuo al otro. Una relación está formada por dos personas. Lo más sencillo es acusar al otro y no querer ver los errores propios. Se necesitan dos para pelear y dos para reconciliarse.
11) Orar con ahínco por la pareja, pidiendo que tenga temor de Dios y que sea el Señor quien le guíe, anime, proteja, dirija e impida que se desvíe del camino. Asimismo pedir para que Dios en su misericordia, ayude a cada uno a ser la persona idónea para su cónyuge.
12) Si es posible, buscar a un consejero profesional bíblico, el cual puede apoyar en el restablecimiento de la relación con más prontitud.
Con Dios todo es posible. Él es el estandarte de cada cristiano y su amor debe ser suficiente para cada quién. Eso y nada más.