Hacia un lugar seguro

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La bella luz de Dios dirigirá a nuestros hijos en su fe, su sexualidad, su carácter y su futuro

Por Rebeca Lizárraga Raygoza

Aparece una bella luz cuando al encontrarnos ante las dificultades que en este momento afrontan nuestra familia y nuestros hijos, volteamos a ver a Jesús. 

Fuertes amenazas se ciernen sobre la familia y ante todo, sobre nuestros hijos: el crecimiento y aceptación del homosexualismo, la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, la cada vez mayor facilidad para cambiar de sexo y trastocar totalmente la identidad. Sí, son nubarrones que oscurecen nuestra vida familiar. 

Supe de una jovencita que le dijo a su mamá que quería presentarle a su novio. La madre le dijo que sí, que lo llevara a casa. Acordaron el día de la reunión y ella le llevó a otra jovencita. 

Esto apenas es un atisbo de lo que está viviendo la juventud. ¡Pongamos ya un freno a esta situación! 

Hemos depositado todos nuestros esfuerzos y visión del futuro en los hijos que Dios nos ha dado. Queremos que sean personas de bien, útiles y de servicio para la comunidad en la que nos ha tocado vivir. Sin embargo, muchos sentimos que ahora el mal es mucho más descarado que antes. 

Dios nos dio la vida. Y al nacer, nos hizo hombre o mujer. Los padres tenemos que reafirmar la identidad sexual de cada uno de nuestros hijos. Que reconozcan y sientan contentamiento por haber nacido niño o niña.  

Aunque el padre y la madre trabajen fuera del hogar, nuestra labor principal es la de educar y cuidar a nuestros hijos en las distintas etapas de su vida. Dialoguemos y convivamos con ellos. Veamos quiénes son sus amigos y qué hacen, en qué se ocupan. Orientémosles hacia distracciones y actividades positivas. 

¿Qué opciones tenemos? “Clama a mí y yo te responderé” dice Dios en su Palabra. Esa es la realidad: 

O clamamos y le buscamos, orando y encaminando a nuestros hijos a Dios y su verdad, o se irán a la destrucción. 

Dios nos oye y es todopoderoso. Reunámonos en casa, oremos con ellos. Busquemos en nuestra comunidad cristiana ayuda, si es necesario. El ignorar la situación es como enterrar la cabeza en la arena. Dialoguemos y escuchemos con atención, interés y solidaridad a nuestros hijos.

Entonces veremos la bella luz de Dios, que nos dirigirá a un lugar seguro, y nuestros hijos reafirmarán su fe, su sexualidad, su carácter y su futuro.

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