Esperanza en medio de los escombros

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La tragedia del '85 que resultó en bendición

Por Diana Garrett del Río

El mundo de Cirilo, de 16 años, se vino abajo el 19 de septiembre de 1985 a las 7:18 am cuando el terremoto de la ciudad de México destruyó el cuartucho donde dormía junto con otros siete muchachos de su edad.

La mujer que los había “empleado” les avisó que ya no había trabajo para ellos y que los buscaría después dándoles unos cuantos pesos que para poco sirvieron, pues en ese día no pudieron comprar comida ya que todas las tiendas de la zona habían cerrado por falta de luz eléctrica, fugas de agua por doquiera etc.

Su patrona había ido hasta la comunidad natal de Cirilo tres años antes ofreciendo empleo. Cirilo es el mayor de once hermanos y, a causa de la situación económica, su padre no le había podido ofrecer estudios más allá de la primaria, por lo que la familia vio la oferta de ir a la capital como una oportunidad para superarse.

Varios jovencitos aceptaron el empleo y viajaron con la mujer a la gran metrópolis. El trabajo consistía en vender gelatinas recorriendo las calles con jornadas extenuantes  y una paga miserable.  Como Cirilo no manejaba el español, estaba atrapado y a la merced de su empleadora. En otras palabras, eran prisioneros de esta traficante de niños, quien constantemente traía más víctimas de otros lugares para que le trabajaran.

Después del terremoto estaban solos en el caos de la ciudad, durmiendo al aire libre en un parque de la colonia Narvarte, con hambre y sin esperanza. Además, la tierra no dejaba de temblar, haciendo que sus corazones palpitaran de espanto.

Una bendita noche llegó un grupo de evangélicos a ofrecerles café y comida calientita. Y junto con el refrigerio les compartieron las Buenas Noticias de Jesucristo, mensaje que trajo muchos recuerdos a Cirilo.

Él conocía bien la Palabra de Dios, pues era hijo de una familia cristiana y había crecido en las enseñanzas de la Biblia. Todos los de su familia eran miembros del Templo Evangélico Bethel de su comunidad de nombre Ahuehueyo en Municipio de Tamazunchale, Estado de San Luis Potosí; México.

De hecho, en la escuela dominical él había ganado el premio por ser el más aplicado. Su abuelo Crisantos Romualdo había sido uno de los primeros creyentes del lugar, alrededor del año 1940 y su padre, Marciano, era uno de los ancianos dirigentes de la iglesia. Pero Cirilo no había hecho de la fe de sus padres algo propio. 

Pero al fin había llegado el momento. Y en aquel desolado parque de la oscura ciudad, donde su mundo se había derrumbado, entregó su corazón a Cristo, permitiendo que su vida comenzara de nuevo.

Ocho días después del terremoto, y sin dinero logró regresar a su comunidad y a su familia. Era difícil la vida y a pesar de su nueva fe, se sentía solo, pero poco a poco su fe fue creciendo con la ayuda de Dios. Conoció a Micaela Benito Antonio en 1987 y poco tiempo después se casaron. Cirilo tenía 18 años y Micaela 16.

En 1989 asistió a una conferencia en un pueblo de nombre Tamán en el Municipio de Tamazunchale, y allí conoció a los traductores de la Biblia en el idioma Náhuatl de la Huasteca, Richard Nelson Beller y Patricia Cowan de Beller, quienes vivían en Huejutla, Hidalgo.

Ellos habían organizado esta conferencia con el fin de enseñar a los líderes de las iglesias a leer la Biblia y a cantar himnos en su idioma, pues ya se contaba con el Nuevo Testamento en náhuatl. De igual manera producían un programa de radio semanal que se transmitía por toda la huasteca, llegando a las comunidades más recónditas de la zona. 

Necesitaban locutores nativos, y le pidieron al joven Cirilo que ayudara. Pronto vieron que tenía mucha capacidad, a pesar de no haber estudiado, y le pidieron que comenzara a trabajar con ellos traduciendo el libro de Deuteronomio al náhuatl de la Huasteca occidental. Como lo hizo bien, siguió en la traducción por muchos años, además de redactar y grabar programas de radio. 

En 2004 el equipo terminó el arduo trabajo de traducir la Biblia completa en las tres variantes del náhuatl que existen en esta Huasteca. Organizaron una presentación de cada Biblia en la región a la que pertenecía.

A Cirilo le correspondió viajar por toda la región occidental del estado para invitar a las comunidades a la celebración que se llevó a cabo el 27 de noviembre en la ciudad de Tamazunchale. Esto fue la culminación de muchas décadas de trabajo, comenzando con la traducción del evangelio de San Juan, por los misioneros que habían compartido a Cristo con su abuelo.  Ese día se vendieron más de 1500 ejemplares de la Biblia.

Cirilo vive actualmente en la comunidad de Ahuehueyo con su esposa y sus cinco hijos: Haideé, Alvaro, Marciano, Abigail y Kenay Benamí. Sigue fielmente al Señor que conoció aquella noche entre los escombros del terremoto en 1985.

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