El lugar de Dios
Estamos diseñados para tener una relación con Él
Por Sara Trejo de Hernández
Cada ser humano desde que nace emprende una búsqueda espiritual. En el camino, esta puede confundirse con relaciones de amistad, amorosas, trabajo arduo o el anhelo de poder y riquezas.
Algunos buscan resolver esta necesidad en religiones orientales, Nueva Era, yoga, meditación u ocultismo. Jóvenes de todo el mundo emprenden viajes a lugares que consideran muy espirituales para encontrar respuesta a su búsqueda y anhelo de plenitud.
De hecho, según los estudiosos existe una parte en el cerebro a la que le han denominado el lugar de Dios. Estamos diseñados para tener una relación con Él.
La historia cuenta que el mismo Martín Lutero buscaba a Dios con fervor y siempre se consideraba indigno, hasta que encontró al Dios que buscaba su alma en la lectura de un libro de la Biblia: «Mas el justo por la fe vivirá» (Romanos 1:17). A partir de entonces su existencia tuvo sentido.
¿En qué condición te encuentras? ¿Estás buscando a Dios o sientes que está lejos y se ha olvidado de ti? ¿Qué te ha mantenido alejado? ¿Qué piensas hacer?
Existen dos caminos, uno hacia Dios y otro en sentido contrario. Y es una elección personal. Tal vez dirás: «Siempre me dicen que me acerque, pero no me dicen cómo».
Para empezar, lo que no debes hacer es guiarte por tus emociones, porque son engañosas. Tampoco confíes en lograr ser mejor para que te acepte, porque eso no lo logra nadie solo. Necesitamos de Dios para que Él nos transforme.
Acercarte es simple, solo tienes que hablar con Él, reconocer que has hecho cosas que ofenden a tu Creador (pecado), pedir perdón e invitarlo a que sea el Señor y Salvador de tu vida. Si ya es tu Señor, entonces obedece sus órdenes. Si no sabes en dónde encontrarlas empieza leyendo su Palabra, la Biblia.
Por último, es importante reunirte con otros que también lo aman, siguen y obedecen para que recibas aliento y apoyo. Jesús escogió a doce para que anduvieran con Él. Tú también necesitas de otros para andar en este nuevo camino.
Jesús prometió acompañarte todos los días hasta el fin del mundo. ¡Ánimo, su promesa no falla!