Confusión de Género

Foto por Diana Gómez

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La mayoría eran mujeres, pero cinco dijeron que les habláramos con el pronombre de ellos

Por C. J. McCalister

—Bienvenidos a la clase —dijo la profesora—. Para empezar, quiero que todos digan su nombre, de dónde son y cómo quieren que les llamemos. 

—Ariana —inició diciendo una niña en la esquina del salón— soy de Nueva York y prefiero que se refieran a mí como ellos

La mayoría eran mujeres, pero cinco dijeron que les habláramos con el pronombre de ellos y una nos advirtió que nos refiriéramos a ella como él. Quedé totalmente confundida y decidí jamás usar un pronombre si lo podía evitar. 

Esta fue mi primera clase en la universidad, pero cada día aprendí más de una cultura muy diferente a la que yo conocía. Durante mi niñez éramos niña o niño. Había oído hablar de la homosexualidad: algunos hombres decían que se sentían atraídos hacia otros hombres y mujeres hacia a otras mujeres. 

Crecí en una familia cristiana y pasé mucho tiempo en la Iglesia. Conozco lo que la Biblia dice al respecto: que la homosexualidad es pecado. La verdad es que, aunque había oído la palabra, en realidad no creía que existiera. Pensé que solo pasaba en la televisión. 

Cuando llegué a la universidad en Vermont, Estados Unidos, todo eso cambió. De repente la homosexualidad tenía doce términos diferentes. Sin importar su sexo de nacimiento, la gente puede escoger si es mujer, hombre, o alguna combinación de los dos. 

Conozco a alguien que cambia de género dependiendo del día y otra persona que dice que no pertenece a ninguno de los dos. La gente se puede decir homosexual, bisexual, asexual, transexual y la lista continúa. 

Para mí, el asunto es complicado. La gente se enoja mucho si utilizas el pronombre equivocado, a tal grado que es costumbre usar el término ellos al referirse a algún desconocido para no errar. 

Como escritora este es un cambio muy difícil de aceptar, pues de repente para referirme a una sola persona tengo que usar un término plural. 

También es un asunto muy delicado para mí como cristiana. La frase: odia el pecado, pero ama al pecador suena fácil, pero en realidad es muy difícil relacionarme con estas personas, porque no entiendo su ideología. 

No creo que la homosexualidad sea algo normal o aceptable delante de Dios el Creador, ni que sea su plan original para la humanidad, pero sé que vivimos en un mundo caído y todos somos pecadores. 

No puedo cambiar al mundo. Lo único que puedo hacer es mirarme a mí misma, recordar que yo daré cuentas delante Dios de mis actos y no vivir en pecado. Eso significa principalmente vivir con el amor de Dios. 

Amaré a los demás, sin importar su estilo de vida o sus creencias. Es lo que Dios me ha demandado. Vivimos en un tiempo confuso, con muchos cambios no deseados, pero nunca debemos dejar de compartir el amor de Dios y la Verdad que es Cristo.  


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