Las piedras que nos impiden ver

Foto por Sinaí Lozano

¿Qué nos estorba para ver a Jesucristo en toda su gloria?

Por Sally Isáis

Uno de los elementos que siempre se mencionan en relación con la resurrección de Jesús, es que cuando las mujeres llegaron a la tumba, la piedra había sido movida y ya no estaba a la entrada del sepulcro.

Siempre supuse que por ahí había salido el Señor Jesucristo. Sin embargo, recientemente he recapacitado al darme cuenta de que Él, en realidad, no necesitaba que la piedra fuera quitada. Con su cuerpo resucitado, Él la podía atravesar sin problema. Entonces, ¿para qué moverla?

Un día leí lo siguiente: «La piedra fue quitada de la tumba no para que Cristo saliera, sino para que las mujeres pudieran ver adentro». 

Increíble, ¿no? El que la piedra ya no estuviera sellando la tumba fue para beneficio de los demás. Le permitió a María, a las demás mujeres y más tarde a Pedro y a Juan asomarse a ver el sepulcro vacío y ser testigos de la resurrección del Maestro.

Cristo no necesitaba que ellos fueran testigos de su cuerpo ausente para resucitar. Él ya estaba vivo. Él ya había vencido la muerte. Y es claro en el relato bíblico que esta realidad los transformó. 

Sucede lo mismo hoy en día. Hay muchas piedras que nos impiden ver a Jesucristo en toda su gloria. Algunas las hemos puesto nosotros, otras vienen de situaciones o personas ajenas, pero nos han afectado.

Entonces, no está de más preguntarnos: ¿Qué piedra necesita ser quitada de mi vida para que yo vea la obra del Cristo resucitado? Podría ser amargura, envidia, mentira, enojo, engaño, falta de perdón, orgullo, autosuficiencia o un sinfín de «rocas». 

Pongamos manos a la obra para remover esos pedernales. A nuestro Señor no lo limitan las rocas que hemos levantado, pero a nosotros sí nos quitan el privilegio de ver en todo su esplendor a nuestro Salvador.


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