La doble moral y yo
¿Todos padecemos de doble moral?
Por Sara Trejo de Hernández
Cuando era niña, decir la verdad era una de las normas familiares. Cuando fui creciendo aprendí que la integridad está relacionada con la veracidad.
Desafortunadamente también descubrí que existe una doble moral, porque aunque se enseña y se valora la verdad, la integridad no se practica cabalmente.
Cuando empecé a trabajar, recibía mi salario por honorarios y tenía que presentar declaraciones al fisco. De las cosas que compraba algunas eran deducibles, así que después debían reintegrarme el dinero.
Mis compañeros de trabajo me recomendaron introducir en mis notas de pagos, las que mis parientes o amigos tenían del dentista o cualquier otro médico, gasolina, etc. El colmo fue que hasta los contadores me lo sugerían.
Luego escuché lo que dice el rey Salomón sobre Dios: «Yo sé que tú amas la verdad en lo íntimo». Me quedó claro que al hacer lo que me aconsejaban estaría mintiendo. Yo no quería defraudar a Dios, así que decidí actuar correctamente.
Para mi sorpresa, el gobierno sí me regresó lo que deduje. Me alegró mucho recibir el dinero y haber sido íntegra en mis declaraciones.
Una de las definiciones de integridad es estar completo, entero. Para lograrlo se tiene que ser veraz.
Regularmente nuestras decisiones de decir la verdad no implican la pérdida de la vida. Pero tal vez sí la pérdida de algún bien, un puesto, una amistad, un trabajo o una compensación.
En tanto no estemos seguros de que debemos actuar defendiendo la verdad, caminaremos por el rumbo que otros marquen. Pero si tenemos una convicción firme podemos soportar las consecuencias de nuestras decisiones.
Al hablar sobre una cadena de tiendas de autoservicio muy grande, una amiga me comentó: «En ese lugar explotan a sus empleados. Sé que regularmente tiene ofertas y precios muy bajos, lo cual me beneficiaría, pero si es a costa de la gente que trabaja para ellos, no pienso comprar allí».
Ser íntegro, puede traernos algunos problemas en el bolsillo pero vale la pena. Nosotros escogemos cómo actuar: con doble moral o de manera veraz.
No demos oídos a los consejos que nos alejan de nuestras convicciones. Mejor sigamos a Jesús, quien dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». Él es el camino correcto. Fortalezcamos nuestras decisiones para soportar las consecuencias.
Mostrémonos íntegros ante Dios, ante los que nos rodean y ante nosotros mismos.
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