6 maneras de enfrentar la viudez
Nada me preparó para vivir el luto
Por Margie Hord de Méndez
Hace casi tres años que, después de largos meses de enfermedad, perdí al que fue mi compañero por 37 años. Nada me preparó para vivir el luto. Había observado en otros y leído sobre el proceso de duelo, pero no es lo mismo experimentarlo. Aunque mis padres ya habían fallecido, aquellas eran muertes más esperadas por su edad. Llevaba años viviendo lejos de ellos, así que me había acostumbrado a cierto grado de separación. Además, se espera que los padres mueran antes que uno, pero en cuanto al cónyuge, nunca se sabe. A partir de esta experiencia, quisiera compartirte varios consejos.
Date tiempo.
Es importante que te permitas llorar, y que no te escapes de sentir el dolor, pues en algún momento te alcanzará. No procures negar tu realidad y fugarte de ella. En ocasiones tuve la tentación de sumergirme en muchas actividades para "olvidarme" de mi pérdida, así como algunos inundan sus penas con alcohol, pero no es la solución.
Escribe.
Quizá pienses: "Pero no soy escritor". No te preocupes; nadie más tiene que leer lo que apuntas, lo que sientes y piensas. Tristeza, ira, nostalgia y aún gratitud. Una amiga tanatóloga me dijo que escribir ayuda a desahogarte e ir sanando. No siempre podemos encontrar a alguien que nos escuche pacientemente. Tu bitácora no te juzgará y te mostrará cómo evolucionas poco a poco. Apunta los versículos bíblicos que te den consuelo o dirección; vuelve a ellos cuando te abrumen las emociones.
Mantente activa.
Procura volver gradualmente a tus actividades anteriores. En mi caso, volví al trabajo, aunque algunos me aconsejaban esperar. Hubiera sido más difícil pasar todo el día sola en mi casa. Tardé una semana en reanudar mis caminatas matutinas. Aunque me costó hacerlo sola, fui a un par de conciertos. Supe de algunos cursos para adultos mayores y empecé a participar en ellos. Allí encontré a personas que también estaban adaptándose a la viudez.
Ministra a otros.
Sin duda ya lo hacías de diferentes maneras, pero fijarte en las necesidades de los demás te permite estar menos ensimismada, al ver que muchos sufren por la enfermedad, la soledad y más. Levanta el teléfono y llama a las personas que Dios traiga a tu mente. Visita a los solitarios y enfermos. Lleva una despensa. Busca un grupo que ministra a los necesitados. Tú comprenderás su dolor y serás más sensible. Como dice el apóstol Pablo: "Cuando otros pasen por dificultades, podremos ofrecerles el mismo consuelo que Dios nos ha dado a nosotros" (1 Corintios 1:4b).
Salte de "lo de siempre".
Algunas actividades que compartías con tu esposo podrán traer a la memoria mucha nostalgia. Por eso considero que es recomendable intentar otras nuevas. Los cursos que he tomado son solo un ejemplo. El año pasado decidí que era tiempo de viajar sola y fui a otro estado para conocer la capital y unos lindos pueblos mágicos.
Reanuda tus amistades con mujeres solas.
No es que las haya dejado de ver, pero de repente se abrieron mis ojos a la importancia de tener amigas "solteras" que me comprendieran. Me hacía falta con quién ir al cine o a algún concierto, o sencillamente tomar un cafecito. Sin duda, a ellas también les ha dado gusto acompañarme.
Que Dios te dé esperanza renovada en esta etapa de tu vida.
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