La preparación de Dios

Foto por Erick Torres

Él ha estado presente siempre

Por Cesia Carrillo Clemente

Cuatro años de esfuerzo al fin terminados. Después de preocupaciones, pruebas y obstáculos, ya me titulé. ¿Y ahora qué? Es la pregunta obligada en diferentes etapas de la vida. 

Recuerdo que de pequeña quería ser muchas cosas como médico, bombero, arqueóloga, hasta taquera y trabajar en un circo vendiendo las entradas para el espectáculo. Conforme crecí mis aspiraciones cambiaron y anhelaba ser una gran corredora o maestra de Educación Física. Pero algo que nunca cambió fue el deseo de servir a Dios como misionera o cantar del amor de Cristo.

Sin embargo sucedieron cosas en el camino que desviaron mi vista de esa meta. Cuando salí de la preparatoria, quería estudiar música. Por diferentes razones, la voluntad de Dios fue otra y tuve que esperar para entrar a la universidad. Fue un año de preparación. Nunca había trabajado fuera de mi casa pues gracias a Dios no había necesidad. Pero como era un año libre, no me quise quedar con los brazos cruzados, así que busqué trabajo y eso me entrenó, sin yo saberlo, para lo que venía. 

Inicié la carrera en Ciencias de la Comunicación y tuve la oportunidad de trabajar en la edición de un periódico de mi ciudad. Todo esto fue parte del adiestramiento de Dios para mi vida. Un tiempo después, hubo problemas en mi casa. Esto causó que el trabajo dejara de ser por gusto y se convirtiera en una necesidad. Mi padre me sugirió que me saliera de la escuela, pero yo sabía que Dios me iba a sostener y su promesa era que él iba a proveer. Y así fue. Dios cumplió su palabra. Unas amigas me apoyaron con las colegiaturas, mi familia jamás me abandonó y pude terminar. 

Casi a la mitad de la carrera cambié de trabajo a una estación de radio y es en donde actualmente laboro. Aunque prácticamente los cuatro años de estudio universitario fueron muy pesados al trabajar y estudiar, aunado a los problemas y preocupaciones que se suscitaron en casa, Dios desde el inicio me capacitó. Así que cuando llegué al punto de ¿y ahora qué? ya no fue tan desesperante. 

Uno de mis versículos favoritos está en Romanos 8:28: «Y sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de los que lo aman y son llamados según el propósito que él tiene para ellos».  Como yo amo a Dios puedo confiar en que todo me ayuda a bien. Lo más fabuloso es que el Señor me ha preparado para cada paso, incluso para cosas que no me agradan tanto. Él se asegura de que yo esté lista para los días soleados y también los lluviosos. El secreto es jamás hacer a un lado a Dios sino buscar siempre su dirección. 

Tomado de la revista Prisma 42-5

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