¿Dios o el gobierno?

Foto por Siqi Li

¿De quién dependes?

Por John T. Palmer, Ecuador

Junto con mi esposa e hijos fui al Consulado de Ecuador en Nueva York. Quería una visa para entrar a Ecuador. Las negociaciones con los otros misioneros en el país habían sido largas y arduas, y no habíamos tenido éxito en todo ese tiempo. Se nos había negado la visa como inmigrantes en repetidas ocasiones, pero finalmente se nos concedieron visas como turistas y partimos a Ecuador en octubre de 1953.

Los días pasaron. Las visas se iban a vencer y tuvimos que hacer un viaje rápido a Quito, la capital. Investigamos y descubrimos que el ministro responsable de las visas nos había negado el permiso para quedarnos permanentemente en el país. 

Habíamos orado sin cesar a Dios y decidimos tratar de ver al Presidente. Pero la cuestión era cómo lograr ver a alguien tan ocupado sin la intervención de alguien más. Recordé que había viajado junto al Presidente de Ecuador cuando salí de Argentina a Colombia en 1944, cuando él era un exiliado político. Con este pretexto para verlo lo busqué. Después de seis días de vigilia, nos llamaron por teléfono para decirnos que nos habían otorgado una entrevista.

Durante la entrevista con el Subsecretario del Interior, el Presidente llegó.

Me confirmó que el Ministro había tomado la decisión de negarme la visa y me pidió que dejara el asunto en sus manos. 

Al día siguiente, después de preguntar en el Ministerio sobre mi visa, se me informó que el Presidente había autorizado mi entrada, junto con mi esposa e hijos. ¡Dios obró el milagro!  Nos dieron visas de inmigrantes y todos los papeles necesarios para quedarnos.

Tomado de Missionaries Prayed, He answered

The oriental Missionary Society. EUA, 1955.

Tomado de la revista Prisma 42-1

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